Fernando Gracia./ Una vez reconocido por la Academia y con la etiqueta de “autor”, ya ha podido Alejandro González Iñárritu instalarse de pleno derecho en la industria norteamericana y hacer una película de género pura y dura. Añadiéndole unas gotas personales, claro está, pero por encima de todo, un filme de aventuras a la manera en que se han hecho siempre. Eso sí, con abundancia de medios y con una estrella rutilante al frente, como es Leonardo de Caprio, que esta vez sí, parece que se hará con la preciada estatuilla.
Este “Renacido” nos cuenta una historia de supervivencia y venganza en un medio hostil y hermoso, como es el territorio de Dakota, a las orillas del Missouri, con unas tremendas nevadas y habitado, claro está, por tribus indígenas, ya que estamos por los años veinte del siglo XIX.
Un tipo duro que ejerce de explorador acompañando a un grupo de cazadores de pieles, es abandonado a su suerte tras ser malherido por un oso con el que ha tenido que luchar. Su increíble aventura, con toques robinsonianos, a veces algo inverosímil, es el núcleo argumental de esta larga película, bellamente fotografiada, rodada en impresionantes parajes naturales, que no aporta grandes novedades argumentales pero que se sigue con evidente interés y no defrauda en absoluto.
La ambientación es impecable –me ha gustado ese fuerte tan diferente a otros vistos en viejas películas, y tan creíble-, los actores cumplen sobradamente y Di Caprio regala una interpretación muy física, con mención especial para sus maquilladores, que muy posiblemente no sea mejor que otras anteriores suyas con composiciones más complicadas, pero que entra dentro de los parámetros que suelen tener en cuenta los votantes de la Academia.
Cualquier espectador de cierta edad y memoria rememorará al verla viejos títulos de los setenta, como “Las aventuras de Jeremiah Johnson” o “El hombre de la tierra salvaje”, a mi modo de ver incluso superiores en calidad al que ahora nos llega. Tampoco hay que hacer sangre por ello: el director mexicano ha firmado un título de forma muy profesional y casi se agradece que se deje de antiguos excesos en cuanto a trascendentalismo, aunque sea por una vez.
Como mejor acierto del guion apuntaría la secuencia del uso del caballo muerto, con su carga simbólica, aunque nos lleve a pensar en otras similares como en “Dersu Uzala” o la recientemente vista “Nadie quiere la noche”, de Isabel Coixet.
Acompaña en el protagonismo Tom Hardy, a quien estamos viendo con frecuencia en nuestras pantallas. En esta ocasión cuesta reconocerle tras su poblada barba y su aspecto descuidado, aunque al haber visto la película en versión original he podido distinguir su acento, que coincidía a veces con el de uno de los hermanos gemelos que interpretaba en “Legend”.
En suma, una buena película, suficientemente entretenida, bastante previsible, bien interpretada, que recuerda para bien aquellas viejas películas de aventuras que veíamos de chicos, con la diferencia de que en esta ocasión no están edulcoradas.
Si finalmente gana algún que otro Oscar, tampoco tiene tanta importancia. Solo alguna en lo que se refiere al bueno de Leonardo, que alguna vez le tiene que tocar…
FERNANDO GRACIA