Diego Medina.- Se rebelaban ante el espíritu revolucionario francés que representaba Napoleón declarándose fieles a Fernando VII, como si ya per-se iba a ser lo que su padre no fue cuando era un príncipe educado en los valores absolutistas y sin ninguna otra ambición que ocupar el trono sin más nada de cambiar, reformar ni mejorar nada.
Palafox era nombrado Capitán General de Aragón y se preparaba la defensa. De todo Aragón se llegaron a juntar casi nueve mil hombres y se enviaron parte a la defensa de los pasos por donde podría llegar la “Grande Armée”: Pirineos, serranías de Cuenca, Tarazona y Tudela y la entrada desde la meseta castellana por Daroca y Calatayud.
Al final, el contingente mandado por el general Lefrèvre accedió a Zaragoza desde Tudela y derrotó a Francisco Palafox, Marqués de Lazán, en Alagón y Mallén.
En la ciudad de Zaragoza no se vivía la guerra desde hacía siglos por lo que al crecer la ciudad no se habían dedicado muchos esfuerzos en seguir fortificándola. Se contaban con las defensas naturales del Ebro y Huerva pero en los otros puntos cardinales tan sólo se contaba con una tapia. Tampoco se tenía experiencia alguna en combate pero aun así, se decidió resistir a toda costa y se fortificó todo lo que buenamente se pudo. Palafox, por otro lado, salió de la ciudad a recorrer los alrededores con ánimo de confundir a los franceses y que desviasen la atención de la capital de Aragón.
No sirvió, el 15 de Junio de 1808 el ejército napoleónico llega a las puertas de Zaragoza y al mediodía atacó desde el oeste pero los zaragozanos resistieron heroicamente. Por la puerta de El Carmen no llegaron a la Misericordia, por El Portillo fueron reducidos por valientes mujeres y la puerta de Santa Engracia resistió los envites y casi no lograron cruzarla. Lo que se pensaba que iba a resultar fácil y rápido no fue así. Lefrèvre tuvo que retirarse y los zaragozanos se hincharon de moral.
Palafox enterado de la noticia mandó marchar hacia Zaragoza pero las tropas fueron interceptadas en Épila y derrotadas.
El general Verdier acudió con más tropas y sustituyó a Lefrèvre al mando. Recuperada la moral de la derrota en la batalla de las Eras con la victoria en Épila se reanudó el acoso a Zaragoza. Mientras los restos del ejército de Palafox llegaban a Zaragoza.
El 26 de Junio atacaban de nuevo las posiciones de la Aljaferia y las puertas del Sur (El Carmen y Santa Engracia) pero fueron rechazados. No obstante si consiguieron algo muy peligroso para el futuro de la resistencia de la ciudad, conquistaron los montes de Torrero. Desde las alturas, Verdier dominaba Zaragoza y allí instaló baterías que bombardearon la ciudad constantemente.
El día 1de Julio se volvió a la carga atacando intensamente por los flancos sur y oeste de la ciudad nuevamente. En la madrugada de ese día sucedió el acontecimiento más conocido por todos los zaragozanos. Agustina Zaragoza disparó aquel cañón en la puerta del Portillo que desconcertó la ofensiva y dio alas a la resistencia.
Pero Verdier estaba curtido en las campañas napoleónicas. Rectificó su estrategia y procedió a rodear la ciudad para dejarla sin los suministros que hasta ahora había estado recibiendo. Además, recibió refuerzos, hostigó más si cabe los conventos de las afueras y se instaló en el Arrabal.
Otra vez, los bombardeos continuaron aun más pero nuevamente cuando conseguía entrar se topaban con una enconada defensa calle a calle, casa por casa. Tres días más tarde, Napoleón ordenó retirada y tras tres meses de luchas los franceses se fueron para acantonarse en Tudela, no sin antes volar e incendiar edificios y saquear lo que pudieron.
Zaragoza quedó sumida entre escombros y cadáveres. Era urgente despejar las barricadas y calles, enterrar a los muertos, desescombrar y reparar edificios y defensas. Poco a poco una cierta normalidad volvía a la vida cotidiana de los zaragozanos que eran elogiados por toda la península por su valor y coraje.
Napoleón preparaba su respuesta. Los franceses volverían.
Diego Medina