Francisco Javier Aguirre.– Durante ocho sesiones, en dos semanas consecutivas, esta obra en versión de Álvaro Tato, producida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, bajo la dirección de Helena Pimenta, ha colgado el cartel de no hay billetes en el Teatro Principal. Y con toda la razón.
Además de ser una obra maestra de la literatura española, está interpretada con tal maestría que sobrecoge. Por demás es conocida la trama. Lo que resulta nuevo es el enfoque, lo mismo que los espacios y la construcción de los personajes.
A todo ello hay que añadir el acierto en la versión versificada que se escucha con absoluta complacencia. Carmelo Gómez está espléndido en su dicción natural, sin forzar los ritmos ni las rimas. El resto del numeroso elenco responde a la perfección, algunos doblando personajes en una interacción de pasmosa exactitud.
Por si fuera poco, la banda sonora, tanto en directo como en off es un completo acierto. La cantante Rita Barber y los vihuelistas Juan Carlos de Mulder/Manuel Minguillón consiguen para la obra una ambientación singular. Y en la misma línea contribuyen de manera especial las voces grabadas de I Fratelli Mancuso, famosos folcloristas italianos.
Sus varias aportaciones con reminiscencias musicales del sur de Italia y del canto sardo (polifonía del canto a tenore) proporcionan un aire de universalidad al espectáculo. Por último, la iluminación, un elemento clave para redondear una puesta en escena de máxima categoría que marcará época en nuestros foros teatrales.
Francisco Javier Aguirre