Fernando Gracia./ Las películas de atracos son otro de los subgéneros más recurrentes en el cine. Muy mal se tienen que hacer para que al menos resulten entretenidas. Habitualmente se cuentan atracos más bien sofisticados y en la mayoría de las ocasiones se busca una suerte de empatía hacia los atracadores, a pesar de que es evidente que practican algo ilegal.
Encontrar novedades narrativas en este tipo de películas no es tarea fácil y con frecuencia esa búsqueda lleva a guiones bastante peregrinos. En el caso de la publicitada “Cien años de perdón”, que ahora llega a nuestras pantallas, cabe decir que la novedad es añadir a la trama propia de un atraco todo un tinglado de corrupción, política, servicios secretos y toda clase de “fontanería” alrededor del poder, curiosamente –o no tanto, vistas las noticias- ambientada en Valencia.
Daniel Calparsoro dirige un guion de Jorge Guerricaechevarría, habitual colaborador de Alex de la Iglesia. Y lo dirige con pulso correcto y eficaz, acorde a lo que podríamos considerar los cánones del género.
Porque por encima de todo estamos ante una película de género, y no precisamente de uno que haya sido muy habitual por estas latitudes. A los ojos del público, para ser bien considerada una película semejante debe “parecer americana” y esta al menos lo intenta en algunas ocasiones.
El director se mueve en terrenos muy diferentes a los que le dieran a conocer hace veinte años cuando dirigió a su musa y primera esposa Najwa Nimri en títulos como “Salto al vacío” o “Pasajes”. Una época aquella que fue saludada por algunos como una novedad en nuestro panorama nacional y que acabó quedando en nada.
En esta ocasión filma en plan profesional, con buen ritmo y correcta dirección de actores y despacha una película entretenida, a veces un tanto complicada de seguir en sus detalles, y que cumple suficientemente aunque sin llegar a grandes cotas. Solo la novedad de las continuas alusiones a diversas corruptelas le confiere un aire de novedad, aunque desde luego muy lejos de lo que se pudo ver, por ejemplo, en la magnífica serie “Crematorio”.
El título de la película ya advierte de qué va la cosa y en cierta forma justifica el desenlace. Para mejor degustación de la misma es aconsejable no hacerse demasiadas preguntas y dejarse llevar por algunos convencionalismos consustanciales no solo al género sino al cine en general. Aunque también se puede aplicar la conocida máxima de que la realidad supera con frecuencia a la ficción. Y de esta hay bastante.
El elenco cumple sin problemas. Tampoco los personajes pasan de ser meros estereotipos y se requiere simplemente oficio para sacarlos adelante. Luis Tosar lo tiene sobrado y despacha otro papel de malo sin mayores problemas.
Quien más se luce es el argentino Rodrigo de la Serna, visto hace unos años en “Diarios de motocicleta”, y que compone un tipo muy agradecido para poder lucirse. Los demás, correctos en papeles sin la menor dificultad. Ha habido quien ha querido comparar este filme con “El desconocido”, vista hace pocos meses, por salir también Tosar y por estar hecha “como si no pareciera española”.
Personalmente me quedo con la de Dani de la Orden antes que con esta de Calparsoro. Cuestión de gustos. Pero no es óbice para concluir que la que ahora nos llega es suficientemente entretenida como para acercarse a verla.
FERNANDO GRACIA