ZBN.- Hay que remontarse al Renacimiento, cuando eran ajusticiados los reos que habían sido juzgados y condenados. En los ajusticiamientos, además de que fuera confortado el preso en el mismo lugar de la ejecución por algún sacerdote, había algunos soldados o clérigos que tocaban el tambor con parches duros, mientras que duraba el traslado del reo, la ejecución y su posterior entierro. Debió aplicarse este mismo procedimiento musical en las procesiones del Santo Entierro de Cristo, que fue también ajusticiado.
En el Bajo Aragón, ya desde principios del siglo XVIII, numerosos grupos de nazarenos, con tambores de parches destemplados, acompañaban al sacerdote en la procesión del Santo Entierro, recordando y simulando con sus ruidos los trastornos y el cataclismo físico que sufrió la Tierra cuando Cristo murió, y así el tambor se convierte en lamento, en oración, en desesperado grito que rompe el gélido ambiente de la procesión fúnebre.
A finales del siglo XIX parece ser que esta costumbre de acompañar al Santo Entierro con tambores en algunos lugares de la tierra bajoaragonesa estuvo a punto de perderse, hasta que en 1905 Mosén Vicente Allánegui, en Calanda, decidió ampliar el primitivo número de acompañantes en la procesión por una especie de tamborrada colectiva.
La fabricación del tambor, desde aquellos artesanos que se hacían en las tierras del Bajo Aragón, ha sufrido gran evolución, fundamentalmente en lo que respecta a los materiales, cambiándose en algunos casos la madera de la caja por metal, los parches de tripa por sintéticos, la introducción de bordones de nylon y metal que sustituyeron a los de tripa, etc
También de tierras bajoaragonesas va a llegar a Zaragoza el timbal y, posteriormente, el bombo, ambos traídos por la Cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelista. El primero es absolutamente imposible de desligar de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro, en la que es tradicional, y por lo que respecta al bombo, fue traído de tierras de Calanda, habiendo sido comprados los primeros a Tomas Gascón, y, como en el caso del tambor, se fue imponiendo en todas las cofradías zaragozanas, sustituyendo al timbal, por su sonido más grave
Nueve pueblos integran la Ruta del Tambor y Bombo del Bajo Aragón:
ALBALATE: La cofradía de los alabarderos es la encargada de marcar los pasos solemnes de las procesiones. A las doce de la noche del jueves la «Rompida» de la Hora acaba con el silencio de todo el pueblo.
ALCAÑIZ: La tradición de los tambores se inició el día de Viernes Santo de 1678, cuando apareció por primera vez la procesión de El Pregón.
ALCORISA: El Viernes Santo a las cinco de la tarde se representa, una escenificación en vivo de la Pasión del señor.
ANDORRA: El Cristo de los Tambores, es el protagonista de una emotiva procesión que en la madrugada del Viernes Santo.
CALANDA: La «Rompida» de la Hora de esta localidad es diferente. Se celebra a las doce de la mañana del Viernes Santo.
HÍJAR: Todos los Jueves Santo al atardecer Híjar se prepara, para un «Romper» muy solemne y ritual.
LA PUEBLA: En la media noche del Jueves Santo se «Rompe la Hora».
SAMPER: Es tierra de silencios, solo interrumpidos por sus tambores y el especial sonido de las matracas.
URREA: Este es el pueblo más pequeño que forma parte de la ruta del tambor y del bombo. Semana Santa, familiar e íntima.
Bibliografía:
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