ZBN./ La expresión religiosa de todo un pueblo, que al atardecer del Viernes Santo se reúnen en la Iglesia de la Transfiguración de Señor, para realizar el abajamiento de Cristo, dando comienzo de esa manera a una devota y familiar procesión por toda la localidad.
El encuentro en la plaza Afán de Rivera, a las puertas del consistorio jarabeño, donde todas las imágenes, ante la devoción de sus vecinos y las palabras del párroco determinan el significado de la fe y recogimiento al acto. Acabando con una oración y el traslado de las imágenes de vuelta a la iglesia para rezar y marchar de regreso a casa, caminando poco a poco, saludándose unos a otros y agradeciendo el respeto de la lluvia que amenazó la procesión, con el silencio y devoción de los acompañantes, vecinos y curiosos que se ven envueltos en una sencilla, pero sentida forma de celebrar el viernes santo, día mayor en la conmemoración de la pasión de Cristo.
Jaraba es un cúmulo de sensaciones, su gente es amable, generosa y muy familiar. En temporada vacacional te encuentras con vecinos que regresan a “casa”, sienten y aman su pueblo, viven y trabajan fuera de la localidad desde hace tiempo pero su vuelta sirve para reencontrar viejos amigos, vecinos de toda la vida, que entre historias, anécdotas y vivencias pasadas, son capaces de hacer sentir al visitante la devoción por su ermita -el Santuario de la Virgen- , sus inigualables paisajes, el placer de saborear sus aguas termales.
Algo tan sencillo como compartir la imagen de los vecinos llenando sus recipientes a cualquier hora en las fuentes públicas, en una ceremonia que te hace retroceder a otros tiempos.
Al terminar la jornada vuelves a descansar dando un paseo cargado de sensaciones, se escucha el rumor el agua que cae de la fuente del peirón de la plaza, sonido que te acompaña por cualquiera de los rincones que eliges para regresar a tu aposento, rompiendo el silencio y envolviéndote con cierta complicidad en su incomparable paisaje, acabas dándote cuenta de donde estas, en ese pequeño vergel, aislado de toda rutina, hasta que la tranquilidad y el sueño te atrapan.
La mañana del sábado -sin intención de superar las sensaciones del día anterior- amanece espectacular, soleada, con una temperatura ideal, casi sin querer llegamos a los contrastes, paseando por la orilla del río Mesa con sus balnearios, la eterna presencia del agua, el verdor de sus parajes.
Unos pasos más adelante justo detrás de una curva, te encuentras con unas paredes de piedra de una altura que impresionan a simple vista, como si te abrazaran, cambia totalmente el paisaje; el color se vuelve rojizo, con una gama de grises, que dependiendo del reflejo del sol, se ofrece con toda majestuosidad y el terreno se torna distinto, desaparece el sonido del agua y llega el silencio, solamente acompañado del aleteo majestuoso del los buitres que, con derecho propio, regentan la zona.
Alzas la vista y la ves, totalmente incrustada en la roca, formando parte natural paisaje, la ermita del Santuario de la Virgen.
Das un giro de 180º y te ves totalmente rodeado de cerros donde la vista se pierde y los sentidos se despiertan, contemplas la ermita, los buitres, te dejas acariciar por la brisa, respiras aire puro, ese que te hace cuestionarte el verdadero valor de las cosas.
Volvemos sobre nuestros pasos dejando atrás el lugar, pero llevándolo en la memoria, vuelves al rumor que produce el agua. De pronto te das cuenta de que respiras, que hueles y eres capaz de apreciar verdes grisáceos que nunca imaginaste, regresando y haciendo un poco tuyo ese particular oasis, donde el agua brota de las piedras, templada, levantando una nube de vapor alrededor de la piedra, bebes y sencillamente te sientas dejándote llevar…
A Jaraba y su gente……