
Diego Medina Ruiz.– Los antecedentes hay que buscarlos en quienes durante la guerra civil escapaban de la guerra huyendo al monte. Podían ser fugados de cárceles y campos de prisioneros, desertores o huidos de sus hogares temiendo acabar en una cuneta asesinados a manos de falangistas.
Los sublevados dieron por terminada la guerra el 1 de Abril de 1939. Personas de a pie que o no habían podido exiliarse o como no tenían delitos de sangre ni de otro tipo pensaban que no tenían nada que temer se quedaron pero ignoraban que desde el principio no hubo ningún espíritu reconciliador desde el bando vencedor, al contrario. De principios de los años 40 son las leyes de Responsabilidades Políticas y las depuraciones, la ley de fugas y las delaciones.
Las filas de los maquis las engrosaban personas represaliadas que habían escapado, familiares de quienes no habían tenido tanta suerte, combatientes que sabían que con delitos de sangre a ellos sí que los fusilarían y quienes por miedo o por haber sido delatados por haber pertenecido a esta o aquella organización huían de su casa.

Durante la postguerra, la prensa, controlada por el régimen franquista silenció todo lo relacionado con estos guerrilleros y se limitaban a tacharlos como bandoleros y asesinos. Además, les echaron las culpas de accidentes ferroviarios y otros desastres ocurridos por otras causas.
Se localizaron en las sierras de Extremadura, Galicia, León, Asturias, Cantabria, Andalucía y, aunque en menor medida en Levante y Aragón. Zonas agrestes de difícil acceso, donde era fácil ocultarse y que conocían bien pues eran en su mayoría nativos de la zona. Los de las montañas leonesas llegaron a estar bien organizados, estableciendo una federación pero entre los grupos de las diversas zonas de la península tuvieron escaso o nulo contacto entre ellos. La realidad es que su cometido mayor fue el de sobrevivir como podían mientras esperaban ayuda desde el exilio, llevaban a cabo planes de huida del país o aguantaban esperanzados a que una vez cayese el Tercer Reich las potencias democráticas extranjeras decidiesen acabar con Franco.
Por desgracia, las ayudas desde el exilio llegaban pero no suficientes. Casi todas las expediciones de huida que se conocen (a Portugal o a Francia) fracasaron bien por delaciones bien porque las fuerzas del estado que controlaban todos los pasos fronterizos. Y tras la segunda guerra mundial las potencias europeas vencedoras acusaban los seis años de guerra, estaban devastadas. Los EEUU se habían creado un nuevo enemigo en Yalta llamado Stalin y URSS. España y Franco eran algo secundario, es más, venía bien conservar en un sitio tan estratégico como la península Ibérica un régimen tan profundamente anticomunista como la dictadura franquista.
Como medios de financiación tenían los donativos, los atracos (sobretodo a recaudadores de impuestos), secuestros (en Andalucía) y las incautaciones y multas a afectos al régimen. Con lo que sacaban malvivían y adquirían equipamiento o municiones.
Los campamentos los levantaban en parajes de difícil acceso y lejos de vías de comunicación pero cerca de alguna fuente de agua y no muy lejanos de algún puesto de apoyo como una aldea o una masía o caserío. Evitaban los refugios de pastores y cuevas porque de ser descubiertos el campamento se convertía en una trampa mortal Se situaban entre la vegetación, cuanto más espesa mejor. Cuando acampaban siempre había encargados de vigilar tanto si los compañeros habían salido como si no. Nunca fueron campamentos permanentes porque los maquis se movían continuamente. Siempre en marcha, de noche, nunca haciendo sendero ni dejando huellas. Por el día se ocultaban y descansaban, comían y charraban.

Pero los maquis no hubieran sido nada ni resistido tanto tiempo sin los enlaces. En cuanto un enlace era descubierto el grupo al completo acababa aniquilado. Ellos informaban de los movimientos de la guardia civil y dónde se apostaban, les preparaban los objetivos, compraban comida, medicinas y equipos y mantenían los puntos de apoyo (escondites en donde se dejaban mensajes y enseres).
En principio eran familiares y amigos pero tras la represión a la que eran sometidos por el gobierno la red de enlaces fue mutando a gentes de diversa índole, algunas fueron mujeres, pero en general eran gentes que por diversas razones compartían su antifranquismo con los del monte.
Hubo mujeres maquis pero fueron minoría. La vida en el monte fue masculina. A la mujer, el nuevo régimen le tenía preparado un futuro como ángel del hogar dedicándose a los niños y a la cocina. Las mujeres, madres y hermanas de los perdedores si no acababan callando y sumisas o en el monte su destino fue la cárcel.
Las esperanzas de una operación internacional que acabase con Franco se esfumaron en 1947 con el fracaso de invasión en el valle de Arán y el principio de la guerra fría. Los maquis quedaron a merced de las fuerzas de represión que los fueron cazando como a conejos así que en tres años los guerrilleros desaparecieron prácticamente del mapa.
Declarados por los medios oficiales como proscritos y delincuentes su memoria fue recuperándose tras la dictadura.
Diego Medina