Gemma Ruiz.- “Los Ángeles de Hielo” es la nueva obra de Toni Hill, un escritor barcelonés, que tras su éxito cosechado con la trilogía policíaca, “Salgado”, de novela negra, ahora se ha lanzado con lo que él llama el género «gótico-negro». Una historia psicológica, de un ritmo lento, que va aumentando a lo largo de la trama para envolver al lector en unas páginas finales trepidantes que no dan respiro. El ambiente gótico del que habla el autor nos lleva a unos escenarios oscuros, principalmente, un hospital, que años antes había sido un internado de niñas, con un macabro pasado.
-Tras su gran éxito con su anterior trilogía Salgado, llega ahora » Los Ángeles de Hielo», ¿qué nos vamos a encontrar en este libro?
Para la gente que ha leído la trilogía, decirles que es algo totalmente distinto, pero claro, yo soy el mismo, es decir, que lo que les gustaba de las novelas anteriores, eso de que «les atrapaba», que es una trama intensa, que no te suelta, yo creo que lo van a encontrar igual.
Para la gente que no ha leído la trilogía, yo les diría que «Los Ángeles de Hielo» es una novela de intriga psicológica, con unas pinceladas góticas, bastante importantes. En el fondo es una historia moral, que habla de la locura, del miedo, de la obsesión y del engaño, del engaño que hacemos a los demás, y del que nos hacemos a nosotros mismos, del autoengaño.
Es una novela con bastantes hilos de los que tirar.
-El libro nos va conduciendo por varias historias que, finalmente, tienen un nexo común, ¿cómo le surgió la idea?
Yo empecé con el psiquiatra, es decir, por una vez en la vida, empecé con el protagonista (ríe, afirmando que no es lo que suele pasar). Quería que mi siguiente protagonista fuera un psiquiatra, de principios de siglo XX, porque quería alejarme mucho del policía del siglo XXI que tenía en la trilogía. Quería buscar a alguien si no opuesto, al menos, distinto. Empecé a trabajar con el psiquiatra, que venía de la guerra… Enseguida se me ocurrió la idea del sanatorio, donde entra a trabajar Frederic, cuando vuelve de la guerra. Un sanatorio, que había sido antes un internado de niñas de buena familia. Entonces ahí surge la idea de las niñas y de la directora del internado. Mi cabeza se fue como compartificalizando,(ríe de nuevo) como las cómodas antiguas con cajones y empecé a colocar a cada uno en su cajón.
– Una vez ya terminada y en mano de los lectores, ¿qué género se va a encontrar quien se acerque a ella? ¿Tendremos más novelas de este tipo?
Yo a esta novela, si nos ponemos muy estrictos, esta es de suspense psicológico. También podemos hablar de novela gótica. Y yo, me inventé algo, yo lo llamo «gótico negro», porque es algo gótico, pero con asesinatos. Un especie de negro de terciopelo.
Más novelas de este tipo no lo sé. Yo me he sentido muy cómodo. Pero no tengo ni idea de lo que haré a continuación.
– Frederic, el protagonista de la novela, es un psicólogo, usted, también. Es inevitable intentar buscar similitudes entre su personaje y Toni Hill. Cuénteme.
Hay un interés por la mente humana, por eso uno estudia psicología. Yo he ejercido muy poco como psicólogo, como práctica clínica. Trabajé muy poco tal y luego la vida me llevó por otros lados. Quizá parezca que a Frederic, la vida también le va a llevar por otros lados, pero no, la pasión por la psiquiatría en él es más fuerte y sigue siendo psiquiatra a pesar de escribir un libro, y de todas esas cosas que hace.
– Entonces, “Ángeles de hielo” es una novela psicológica, pero estoy segura que alguien le habrá comentado que sintió escalofríos al leerla, ¿era también su intención?
(Sonríe) Sí, da un poco de miedo, para los que la han leído ya, hay que leerla con música de fondo (hace un guiño).
Intriga sí, el miedo ya es un poco más subjetivo porque a cada uno le dan miedo cosas distintas. No es para nada una novela de terror, no hay monstruos… Lo que sí es inquietante, esa es la palabra. En definitiva, se está hablando de mentes perturbadas, de una historia turbia, con asesinatos.
– Está claro de que cada uno siente miedo por distintos motivos…
El miedo es subjetivo, pero yo estaba escribiendo la novela y había momentos en los que pensaba… esto me está dando mal rollo a mí, así que le va a dar mal rollo a la gente en general. Pero, por ejemplo, a mí lo que sigue inquietando en esta novela es el prólogo. Ese chico, que está en la cárcel, que lo van a ejecutar, haya hecho o no lo que dicen que ha hecho… Yo me meto en esa situación, en un chico de 19 años, me quedan dos días, o un día o dos horas, hasta que unos hombres vengan a buscarme, me saquen al patio y me atornillen el cuello, a mi, eso me da más miedo que cualquier otra cosa que a la gente les da más miedo de la novela. A mí eso me sigue inquietando, a veces sueño con esa escena y eso que hace un año ya que la escribí.
– Hay un cambio de ritmo bastante palpable. El prólogo es muy intenso, para en las páginas siguientes encontrarnos un desarrollo mucho más elaborado ¿a qué se debe ese cambio de ritmo?
El prólogo era difícil, porque hay que marcar un tono en un número de páginas determinado. Luego la novela cambia de escenario y durante un rato, es una novela tranquila, que presenta a sus personajes, que habla de la guerra, de los problemas de la época… es una novela tranquila. Yo quería un principio que, de alguna manera, avisara al lector, que dijera… «esto está muy bien, pero prepárate, que vienen curvas». También quería que fuera lo bastante trágico como para que conmoviera. La historia de Clarisa y Mario, a su manera, conmueve y hace que páginas después, cuando empiezas a atar cabos de nombres, digas… Ahora empiezo a entender.
– De todos los personajes de esta novela… ¿Cual fue más difícil de definir y con cual se sintió más cómodo?
El más difícil fue, sin duda, Águeda, Águeda y su diario. Ya no porque sea una mujer, hay un tópico en eso de que los novelistas no nos podemos meter en la mente de una mujer. Pero no es esa, la dificultad era meterme en la personalidad concreta de Águeda, en una señora que es de principios de siglo XX y culta, que tiene su visión de la vida, su manera de actuar, su manera de pensar, sus propios problemas… Eso era tan difícil que, digamos, prólogo aparte, empecé por el diario de Águeda, lo escribí todo seguido. Si no tenía el diario de Águeda, no tenía novela, es decir, todo el resto va encajado. El diario era muy importante.
Más cómodo me siento con todos, no tengo problemas con ninguno, ni siquiera con los secundarios, ni con los que son menos agradables. Los he inventado yo y yo los manejo como yo quiera.
La verdad es que he disfrutado mucho escribiendo esta novela, aunque también se sufre para que todo encaje.
– Se adentra en dos temas complicados: la Primera Guerra Mundial y Sigmund Freud. Así pues, “Ángeles de Hielo” también lleva un trabajo de documentación detrás.
Le dediqué mucho tiempo. Por ejemplo, lees seis libros sobre la primera guerra mundial y luego, escribes tres frases. No me costó leer sobre la guerra, porque me gustan los temas bélicos. Lo de Freud, todavía menos, porque lo había estudiado.
Sí que conocí a Anna Freud, como señora. Empecé a leer cosas de ella como persona. La pena es que no puedo escribir mucho de ella, hubiera quedado forzado.
– Una de las tramas nos lleva a Zaragoza y al Hotel Oriente. Teniendo en cuenta que la historia se desarrolla principalmente en Barcelona, ¿qué le llevó a pensar que la capital aragonesa podría tener un sitio en su historia? ¿por qué el Hotel Oriente?
Empecé a buscar hoteles que estuvieran abiertos a principios de siglo XX. Aún así había dudas.
Las niñas del internado son básicamente de Barcelona, pero no necesariamente todas de Barcelona. Hay una niña que es de Zaragoza y en un momento de la novela, Blanca, una de las niñas, se va a casa de su amiga Concepción, que es de Zaragoza.
Yo tenía hace muchos años un amigo, que se apellidaba Hernando, y le robé el apellido. (Ríe) No sé si es un apellido muy típico de Zaragoza o no, pero se lo puse.
– Con su novela ya en la calle, ¿tiene ya pensado su próximo proyecto?
El problema es que yo no tengo nunca una idea, suelo tener dos o tres en mente y tengo que elegir uno. Hasta ahora, tengo la suerte de que nunca me han faltado ideas. Pero, por otro lado, hay que elegir muy bien el tema, hay que elegirlo con mucho cuidado y entusiasmo y, pocas dudas, porque sabes que te va a llevar, mínimo, un año. Por eso me lo tomo con calma a la hora de escoger.
Hay una parte de mi que quiere seguir en ese tiempo del siglo pasado. Hay otra parte que quiere volver al 2016, que es la que va ganando. Lo malo de este país es que escribes dos novelas seguidas de algo y ya te conviertes en el escritor de novela gótica.
«Nuestro protagonista asegura que “Ángeles de Hielo” es una novela que está bien escrita, te engancha, trata varios temas y que te sumerge en un mundo atractivo, siendo una novela para todos los públicos.»