ZBN./ Desde 1616 en que nos dejó el autor del Quijote, tras una vida de aventuras y sinsabores que se inició en 1547, el prestigio de nuestro más grande escritor no ha hecho más que crecer.
Su obra, especialmente El Quijote, ha sido traducida a todas las lenguas. No hay duda de que es el escritor más universal y, sin embargo, todavía tiene España una deuda con él. Murió pobre aun cuando ya era bien conocida su obra en Europa.
Por ello, contribuir a recordar, dar vida y comprender a Cervantes a través de su obra es, además de una grata lección literaria y humana, una pequeña compensación de cuánto le debe la cultura universal porque, no sólo fue el creador de la novela moderna sino el modelo de la narrativa posmoderna de nuestros días.
Cuanto más se investiga en su vida y sus creaciones, más grandes aparecen su capacidad para sufrir (cautiverio, cárcel) y para transmitirnos el valor de la libertad, la ilusión y la justicia.
Asimismo, problemas de total actualidad, como el robo organizado, la adulación al poderoso o el engaño a los ingenuos, están ya perfectamente diseñados y explicados en su obra. Precisamente por esa capacidad de su obra para seguir viva y actual, Cervantes es un clásico y nuestro mejor contemporáneo.