Yolanda Cambra.– Todo el mundo conoce el papel que desempeña una respiración profunda y pausada para producir una relajación. La explicación es simple: Cuando estamos relajados, respiramos de ese modo de forma natural, lenta y profundamente. Sabiendo esto, podemos invertir el proceso y, forzando artificialmente la respiración, inducimos la relajación deseada. Es decir, desde nuestro estado de nerviosismo, “hacemos como si” estuviésemos relajados.
Del mismo modo, podemos cambiar muchas otras situaciones no deseadas. Por ejemplo, simular una sonrisa durante unos 30 segundos, hará que nuestro cerebro empiece a liberar endorfinas, que nos producirán sensación real de felicidad. Esto sucede porque dichos neurotransmisores se activan por los movimientos musculares de la cara y el cerebro no distingue si se trata de una sonrisa real o fingida. El aumento de endorfinas trae como consecuencia una reducción del nivel de cortisol en sangre, más conocido como la hormona del estrés. Esto se ha comprobado repetidamente y se conoce como la hipótesis del feedback facial.
Ahora que sabemos cómo funciona, veremos que, igualmente, podemos usar la postura corporal con el mismo fin. En una situación de enfado tensamos el cuerpo entero, fruncimos el ceño y endurecemos el gesto de la cara, el corazón late más deprisa, enrojecemos, apretamos los puños, nos “compactamos”. Sacudiendo nuestro cuerpo, abriéndolo, o saltando, podemos liberar la tensión generada por la ira y descargar presión, activando la circulación sanguínea y descongestionando zonas.
Cuando nos invade la tristeza tendemos a encogernos, hundimos la cabeza, agachamos los hombros, caminamos despacio y con paso arrastrado… Una vez más, buscaremos las reacciones opuestas para inducir el estado original deseado: Elevaremos hombro y mentón, caminaremos erguidos y con paso resuelto, sonreiremos.
Si somos capaces de modificar nuestro estado emocional usando las respuestas fisiológicas de nuestro cuerpo, también podemos obtener resultados similares a partir de nuestra actitud. El autoconcepto, la imagen que tenemos de nosotros mismos, se proyecta, haciendo que los demás nos vean de ese modo. Si acudes a una entrevista de trabajo para acceder a un puesto ejecutivo, ve vestido como un hombre o mujer de negocios, muévete como él, “haz como si” lo fueras. No sólo porque el entrevistador te verá como tal, sino porque tú te sentirás así y ganarás seguridad en la entrevista.
En esas temporadas en que te sientes peor de ánimo y no te apetece arreglarte, ni usar maquillaje, ni ir a la peluquería… no esperes a estar animada para hacerlo. Al contrario! La sensación de bienestar que te producirá verte bonita, hará que remontes ese letargo.
En definitiva, cuando quieras conseguir un estado emocional o una actitud, o algo tan aparentemente complicado como ser más feliz, hay una receta infalible: “Haz como si…”
Yolanda Cambra