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Misterios del Quijote

 

Rafael Álvarez El Brujo l La Odisea l La luz oscura de la fe l Mujeres de Shakespeare l El asno de oro l El evangelio de San Juan l Francisco juglar de Dios
Misterios del Quijote.

Francisco Javier Aguirre.– Este hombre de tan enorme trayectoria como comediante, no es un monologuista al uso.  A pesar de hablar hora y media sin parar, no hace monólogos, sino sinfonías verbales. Verbales y gestuales, porque hay que ver el trotecillo, cuando no galope, que emprende de vez en cuando, aireando las palabras que han caído como mazas o como caricias sobre el público.

Porque ‘El Brujo’ tiene tantos registros como capacidad de trasmitirlos. Por sus sentidos corpóreos se cuela la actualidad de los hechos, que los incorpóreos interpretan. Así que lo mismo habla de las alcaldesas de aquí o de allá, que de los papeles timbrados y fugitivos en Panamá, que de los desconciertos políticos que nos acosan, retando a Cervantes a incorporar esta dimensión tragicómica de la realidad a esa inmensa novela de la vida que es el Quijote.

Rafael Álvarez no para de agitarse y de agitar. Levanta risas y sienta reflexiones, de forma que los espectadores suben y bajan por sus esferas intelectuales y emocionales hasta llegar a la conclusión de que el mundo no es redondo, sino pentadimensional, porque se compone de las perceptibles medidas larga, ancha y alta más las inconmensurables del tú mismo y yo mismo con que don Quijote intenta explicar su personalidad y la de su escudero. Una treta de grandes dimensiones.

Y de repente ‘El Brujo’ sobrecabalga palabras y frases, pasos y galopes, guiños y carantoñas, haciendo que la fiesta alcance todos los rincones del entendimiento y de la sensibilidad. La fantasía levanta el vuelo y la quietud del espíritu se desvanece. Aunque puede volver a posarse cuando los molinos de la razón aparquen su locura cotidiana durante hora y media.

Un buceo general, que tiene tanto de seco como de húmedo, ha permitido a este brujo de la palabra, la postura y el gesto profundizar en los sentidos nuevos y viejos de la genial obra de Cervantes. Una vez dentro, la ha masticado, la ha deglutido, la ha digerido y la tiene transformada en carne propia. Así, es al mismo tiempo quien escribe y quien lee, quien ríe y quien llora, quien habla y quien calla.

Mucho Rafael Álvarez para mucho Cervantes y para mucho Alonso Quijano.

Francisco Javier Aguirre

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