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Una mujer en la ventana

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Una mujer en la ventana

Francisco Javier Aguirre.-   La veterana actriz Petra Martínez ha vuelto a poner sobre las tablas la obra de Franz Xavier Kroetz, bajo la dirección de Juan Margallo. El argumento es sencillo, aunque resulta particularmente complicada su interpretación porque hay que vivirlo desde dentro. La actriz ha de ponerse en la piel de una anciana que se ve obligada a desalojar su vivienda alquilada porque la especulación inmobiliaria la expulsa.

Esa lacra que ha ido creciendo vergonzosamente durante los últimos años en nuestro país, viene de antiguo, pero ahora es una situación insostenible si se pretende una sociedad en la que se respeten los derechos fundamentales. Por otra parte, el fenómeno de recurrir a una residencia para la tercera edad irá afectando cada vez a más personas, dado el envejecimiento de la población.

Además de la anécdota que desarrolla la acción, la obra tiene fácil desplazamiento hacia las situaciones de expulsión que estamos viviendo muy de cerca en Europa. El desarraigo ha dejado de ser un problema personal, y en todo caso familiar, para convertirse en un drama social de alcances imprevisibles.

Centrándonos en la representación disfrutada el pasado fin de semana en el Teatro de las Esquinas, hay que destacar la ambientación escénica que refleja una vivienda tradicional en el tercer cuarto del siglo pasado en cualquier ciudad de la geografía española. A partir de ahí, crece el drama. Hay multitud de pequeños objetos –con los grandes no se puede contar– que la anciana desahuciada desea trasladar a su nueva residencia. La pretensión se le antoja imposible a la propia interesada.

El espíritu con que Petra Martínez interpreta a la protagonista suscita la simpatía del público porque mantiene un tono equilibrado entre la nostalgia y la esperanza. El pasado ha tenido sus ventajas, pero el futuro también las tendrá. Esa doble visión se proyecta en un texto de gran equilibrio. No es una tragedia completa, sino una situación más de la vida, sobrevenida en razón de las circunstancias. Sin embargo, es fácil hacer una extrapolación que sitúa el problema personal en un ámbito mucho más amplio.

Esta sociedad tiene un reto con sus personas mayores. Hace un siglo, el promedio de vida de los españoles no llegaba a los 50 años. Hoy supera los 80. Lo cual significa un crecimiento exponencial de las personas que en un momento determinado necesitan apoyo para seguir viviendo. De esta forma la pieza se convierte en un mensaje y en una demanda. ¿Qué vamos a hacer colectivamente frente al problema? ¿Puede el Estado disponer de los medios suficientes para resolverlo? Quienes no tienen una economía desahogada, ¿podrán tener en el futuro una vejez confortable?

La veteranía de la actriz resuelve sin problemas la dinámica del texto, que tiene mayor complicación emocional que verbal. Conmueve sin amargar. Aunque a los espectadores de cierta edad les plantee su propia su situación personal.

Tras la interpretación se ofreció un coloquio, que no versó sobre la obra en sí, como es habitual y deseable, sino sobre la trayectoria artística de la pareja formada por Petra Martínez y Juan Margallo, director de la compañía y de la obra.

Francisco Javier Aguirre

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