Beatriz Sastron.- Me dijeron las voluntarias de Zarpa que había sido rescatada por el Seprona de una finca de Maella junto con más perros en unas condiciones deplorables, pasando a formar parte de la familia Zarpa tiempo después.
Tenía unos 9 años y sólo mi marido Luis sabe lo que insistí hasta que conseguí llevármela de acogida, ya teníamos a Coco, un peludo de 7 kilos que era el rey de la casa, pero sabía que tenía que darle un hogar, así que el 5 de septiembre de 2014 entraba en casa con mi secreta intención de adoptarla.
Se adaptó a su nueva vida, se apoderó de la cuna de Coco, en la que se enroscaba como una serpiente, volcaba el cubo de la basura para buscar comida, tomaba el sol en la terraza…
Comenzó a disfrutar de los paseos, de las caricias, a darle besos a Coco en el ascensor, a dar saltos de alegría cuando llegabas y a saltar como un cachorro cuando le ponías la comida.
Ahora he vuelto a ver el video del rescate del Seprona y ver las condiciones en la que había vivido me hace comprenderla mejor, entiendo porqué se negaba a salir cuando llovía, el origen de las cicatrices en su cuerpo, por qué comía tumbada o porqué cuando la acariciabas agachaba la cabeza.
Sé que aunque hoy hace un año que nos dejó fue una perra feliz, que nos dio tanto amor que todavía nos duele su ausencia.
Aun guardo su collar y su correa porque sé que cuando llegue el momento aparecerá otro corazón que completará la mitad del mío que perdí hace un año.
Adoptarla fue una de las mejores decisiones de mi vida, desde aquí quiero deciros que hay muchos peludos que necesitan un hogar y que a cambio nos darán algo tan valioso que no se puede comprar AMOR INCONDICIONAL.
Currita: Papá y Mamá te echamos de menos cada día