Francisco Javier Aguirre .- Había un país en guerra, una nación en guerra, un estado en guerra, un continente en guerra, un planeta en guerra… Tal vez el cosmos está también en guerra. La guerra es la aventura interminable de la humanidad. Aventura y desventura. Todos estamos dentro de la guerra, algunos la empujan y sacan beneficio; la mayoría somos empujados y sufrimos perjuicios.
Nunca se ha oído que los fabricantes y mercachifles de armas resulten heridos por bombas de racimo ni lleven un muñón al aire, aunque sí se ha oído que reciben compensaciones millonarias por haberles sido prohibida su fabricación.
Podemos gritar, podemos cantar, podemos pintar los muros, podemos tirarnos desde el subsuelo de un rascacielos, pero la guerra sigue, los parapetos se tambalean, las conciencias se hunden, la comodidad de quienes no son afectados en directo se expande ceremoniosamente en declaraciones vacuas.
Al final del túnel no hay luz, sino más túnel, una oscuridad mayor que solo iluminan los estallidos de los proyectiles. Al final del túnel no hay esperanza, sino amenazas distintas, cada vez más sofisticadas. Unos la llaman guerra química, otros bacteriológica, pero todos son víctimas inocentes, salvo los magnates mangantes que siguen instalados en su industriosa productividad de armamentos inventados o por inventar.
Y lucrándose de las tensiones mundiales o particulares, que alimentan con sutil agilidad para que el conflicto crezca y sus bolsillos también. Un día bombardean y otro día dejan de bombardear, no según la situación de los bombardeados sino los intereses de los bombardeantes. Las víctimas somos la mayoría, aunque no nos atraviese el corazón una bala enemiga, porque el corazón hay muchas formas de atravesarlo sin necesidad de pólvora.
De todo esto y de todo lo demás que queda por decir hablaron claramente los cantantes y los artistas en el espectáculo ‘Guerra’. A pesar de ser insuficientes sus palabras y sus cánticos (¿cuándo lo serán?), hicieron reír en la distancia a los grandes señoritos del negocio de las armas.
Francisco Javier Aguirre