Yolanda Cambra. .- Hay que seguir con atención sus habilidades, su estrategia, su comportamiento, el tiempo que invierte, su actitud… Cuanto más conozcas de él, más fácil te resultará duplicar lo que hace. Si no lo consigues, es seguro que esa persona está haciendo algo que tú has pasado por alto. Conviene entonces revisar todo lo que le ha llevado a triunfar en su proyecto.
Pero ¿qué pasa si pretendes algo que nunca nadie logró antes? ¿Significa eso que no se puede lograr? Te quiero contar la historia de Roger Bannister.
Hasta 1954 se creía que era imposible para el hombre correr una milla (1.609 metros) en menos de 4 minutos. Incluso los hombres de ciencia creían que los músculos y el corazón humano no estaban preparados para asumir semejante sobreesfuerzo y no resistirían. La mejor marca hasta la fecha, la obtuvo Hägg, el cual el 17 de Julio de 1945 fijó el primado corrió una milla en 4:01.4 minutos. Nadie creía que ese tiempo pudiera rebajarse. Nadie, excepto Bannister.
Roger Bannister era un estudiante británico de Medicina de 25 años, que corría en medio fondo con sus 1.87 metros de altura y sus 72 kilos de peso. Había participado en las olimpiadas de 1952 con las esperanzas de todo el país puestas en él para la prueba de los 1500 metros. Pero quedó cuarto. Bannister quedó tan frustrado que pasó los dos meses siguientes valorando la posibilidad de dejar de correr definitivamente. Ahora, aseguraba que el récord de la milla estaba en sus piernas. Los cuatro minutos en la milla era la prueba clásica de medio fondo y, dada la imposibilidad hasta la fecha de superarla, se la conocía como “el muro”.
“La milla en cuatro minutos se había convertido en una especie de Everest. Era un desafío al espíritu humano, un obstáculo que parecía mofarse de todos cuantos intentaban vencerlo, un llamamiento punzante contra el que el hombre luchaba en vano”, escribiría años después el propio Bannister en su autobiografía FirstFour Minutes (Los primeros cuatro minutos).
Apenas pudo dedicar una hora y media, cinco días a la semana durante meses, para preparar su gesta, ya que no podía restar más tiempo a los estudios. Decidió invertir en calidad de entrenamiento, más que en cantidad. Sabía que era su única oportunidad, ya que a finales de año abandonaba el atletismo para realizar su doctorado en neurocirugía.
En dichos entrenamientos tuvo que superar sus propias creencias sobre la imposibilidad de lograrlo y hacer oídos sordos de cuantos se burlaban de él y aseguraban que no lo conseguiría.Sin embargo, él no era el único que iba a intentarlo. Muchos corredores estaban entrenando, incluido su rival australiano John Landy. Bannister escribió:
“Me preparé a mí mismo de modo cuidadoso y concentrado. Traté de establecer el record con la actitud del ahora o nunca porque sabía que, a menos que tuviese éxito en alcanzar esa actitud, quizás perdería la oportunidad abandonándome a esa reacción mental tan común entre los atletas: esto es, pensar que siempre habrá una siguiente oportunidad para decidir, que quizás hoy no sea el día”.
El 6 de mayo de 1954, Roger acudió como de costumbre a sus prácticas de medicina en el hospital de Saint Mery y viajó hasta Oxford en tren para celebrar la prueba en el estadio IffleyRoad, sobre una pista de ceniza. Era un día ventoso y frío, que no iba a facilitar su carrera. Se mantuvo muy bien durante toda la carrera, pero los últimos 400 metros lo llevaron al límite y los corrió con la boca abierta y los ojos cerrados.
Sabía que era ahora o nunca. Cuando Bannister rompió la cinta de llegada, el cronómetro marcó… 3:59.4 minutos, lo que suponía rebajar en dos segundos el anterior récord mundial. La noticia llegó incluso a paralizar la actividad del parlamento inglés. Algunos llamaron a aquella carrera “La milla milagro” ya que durante 50 años se había resistido a los mejores corredores.
Lo mejor de todo no fue que Bannister lo lograra, sino que derribó la creencia de que era imposible conseguirlo, lo que estaba limitando a todos los atletas. Prueba de ello es que, tan sólo 46 días después, Landy logró bajar la marca de Bannister en un segundo, a los 6 meses ya había 37 atletas que había bajado de 4 minutos y a los 9 años la cifra superaba los 200 corredores.
No habían cambiado los cuerpos de los corredores, sino sus pensamientos. Una vez derribada su creencia limitadora, lo que aseguraban completamente imposible, simplemente dejó de serlo.
Esto no es exclusivo del mundo del deporte, aunque cada vez se aplica más en este entorno. A nivel personal, puedes comprobar que lo que piensas y crees se materializa en tu vida. Tienes la vida que creas mentalmente, con las limitaciones que tú te marcas. Tu potencial es ilimitado.
Yolanda Cambra