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Federica Montseny (quinta parte)

3 de enero Conferència de Frederica Montseny
Federica Montseny

Diego Medina Ruiz.– Consideraba a los Montseny como “liberales radicalizados” le decepcionó que Federica no se hubiese levantado a liderar con ellos el movimiento revolucionario en los primeros momentos del conflicto no y nunca le perdonó la muerte de Durruti. De hecho, la hizo plenamente responsable.

Pero mientras, el trabajo que le tocó hacer a Federica Montseny como ministra de sanidad fue muy arduo porque en tiempos de guerra los problemas se multiplican y recrudecen. Por un lado, el obvio aumento de heridos y la necesidad de establecer más hospitales y sanatorios. Por otro, los problemas colaterales que la misma guerra genera: insalubridad, huidos y mendigos, prostitución, huérfanos…

Por todo ello, la higiene era esencial así que Federica fue inflexible en ese aspecto. Todo edificio sanitario tuvo que estar impecable y sus ocupantes llevar las correspondientes medidas de higiene.

Federica Montseny
Federica Montseny

Se quiso ocupar de la mendicidad y la orfandad instaurando comedores sociales y talleres, con ello también quiso erradicar la prostitución forzosa generando empleo también femenino.

Atacó duramente el aborto por la cantidad de muertes de mujeres que provocaba por infección y malas prácticas

Cuando se hizo cargo de la oficina de evacuación y ayuda al refugiado el trabajo y los quebraderos de cabeza aumentaron exponencialmente. Hubo que organizar y mantener la cantidad de campamentos de refugiados existentes en las mejores condiciones de salubridad posibles y ocuparse de todos aquellos niños y niñas que la guerra había convertido en huérfanos. Muchas cosas y muy pocos recursos. Ella y sus colaboradores y colaboradoras hubieron de hilar fino y exprimir hasta el último céntimo.

Paralelamente, apenas veía a Germinal y sus encuentros se contaban por horas. Sin embargo, pudieron verse en París. Federica volvía de Ginebra tras la charla con el Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones y Germinal se encontraba allí recaudando dinero y armas. De aquella noche nacería en 1938 su segundo hijo, Germinal. Así que con dos niños arrastras, una madre enferma, un padre senil, su amiga Maria y su hijo y sin saber nada de Germinal

Federica cruzó la frontera con Francia al terminar la guerra huyendo de las represalias. Su madre murió nada más cruzarla y para seguir sobreviviendo y huir de la Gestapo (eso le obsesionó durante todo el tiempo que en Francia estuvieron los nazis) hubo de inventarse una identidad. Pasó penurias para salir de París y de la Francia ocupada. Gracias a su excelente francés pudo pasar desapercibida mientras que Franco reclamaba a dirigentes republicanos

para juzgarlos en España y los servicios exteriores los buscaban. Aun así, al final tras 10 años desde que se unieran como pareja, Germinal y Federica pudieron por fin convivir como marido y mujer bajo el mismo techo en una granja en la Dordogne. En ese tiempo, volvió a quedarse embarazada por tercera vez. Su pericia y la bondad de algunos gendarmes franceses le permitieron escabullirse de París cuando fue descubierta pero esta vez, ni alegando su avanzado estado de gestación no le impidió ir a la cárcel en 1940.

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Federica

Desde la embajada y el ministerio de asuntos exteriores se reclamaba a los principales dirigentes republicanos bajo el pretexto de juzgarlos por graves crímenes como robo y asesinato. A Companys lo entregó la Gestapo y fue fusilado en España. Sin embargo, a Federica, su estancia entre rejas le salvó de la policía franquista. Estaba en manos de la justicia francesa y ella decidiría. Siendo considerada presa política no la entregarían.

Al salir de la prisión, Federica perdió a su padre Juan Montseny, alias Federico Urales completamente deshecho por la demencia senil y de avanzada edad. Conservaba a Maria y a sus dos hijos pero Germinal también estaba retenido. Su marido se involucró en la resistencia, fue descubierto y para descanso de Federica no fue fusilado al momento, tan sólo fue retenido y encarcelado en un campo de concentración, el segundo que pisaba tras el de Argèles. Cuando fue liberado por sus compañeros en 1944 lo enviaron a casa debido a su terrible estado de salud.

En aquella casa de campo en Salon (Dordogne) pudieron comenzar una nueva vida en el exilio. Esta vez lejos de la política, primero había que sobrevivir y salir adelante.

 

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