Francisco Javier Aguirre.- Alasarmas Teatro, encarnado por Mariano Anós, David Ardid, Isabel Ciria y Andrea Omedas, bajo la dirección de Luis Merchán, ha puesto sobre las tablas este apabullante testimonio de la modernidad antigua y futura (el paso del tiempo parece no variar en exceso determinadas actitudes humanas) referido a uno de los personajes emblemáticos de la dramaturgia shakesperiana: Ricardo III.
En escena hay dos paisajes, uno próximo que retrata la decrepitud, instalado en un sótano, y otro lejano que parece abrir las puertas, sobre una pantalla, a un atisbo de esperanza.
Sin embargo, la diferencia es ilusoria. El protagonista de la obra, el anciano Ricardo, espléndidamente interpretado por Mariano Anós, se halla instalado en el primero, rumiando su aparente derrota.
Solo aparente, porque salta de uno al otro intoxicando con su crueldad lo que parecía un resquicio para respirar aire menos contaminado. Un frenético discurso leído ante el micrófono destierra cualquier expectativa de cambio en la situación.
El texto de Angélica Liddell, es duro, crudo, glacial, no permite escapatoria si el espectador ahonda en sus propios entresijos y se atreve a destapar las ideas ocultas y los sentimientos reprimidos que a menudo utiliza para sobrevivir.
En cuanto se despoje de las habituales precauciones, puede identificar a los déspotas que se escudan en la democracia, que se aprovechan de los privilegios obtenidos y que declaran todas las miserias humanas con las que convivimos, las luchas por el poder y sus consecuencias patéticas para el conjunto de la población.
El retrato de la realidad es riguroso, una realidad antigua, actual y futura, como explícitamente reconoció Merchán en el coloquio realizado con el público y los actores al terminar la función del sábado, día 7. El análisis del poder que realiza la autora del texto es implacable, e incluso desmoralizador. La puesta en escena, sin embargo, es comedida, y la dureza de la situación queda un tanto aliviada al haberse suprimido algunos pasajes agresivos del guión original.
La contundente aparición en el panorama dramático de esta nueva compañía aragonesa, Alasarmas Teatro, residente en el Centro Cultural Las Armas, augura nuevos montajes de calidad.
Francisco Javier Aguirre