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Paraíso pintado

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Paraíso pintado. Teatro de la Estación

  Francisco Javier Aguirre.-  El Teatro de la Estación ha presentado durante el pasado fin de semana el estreno de ‘Paraíso pintado’, una obra original de Pepa Plana y Ferrucio Cainero, protagonista y director de la misma simultáneamente.

Se trata de un espectáculo muy visual, divertido, poético y con un mensaje profundo de fondo, como ya se anunció en este mismo diario hace unas fechas. También sabíamos que la artista catalana es una de las figuras más conocidas en el mundo del clown y que sus obras tienen siempre encanto y delicadeza a raudales.

Pero lo que no estaba anunciado es que se trata de una persona de enorme humildad, a pesar de una exitosa trayectoria que le ha hecho participar en numerosos montajes y colaborar, entre otros muchos grupos de prestigio, con el Circo del Sol.

El argumento de la obra es conocido: una mujer angélica sale de un cuadro donde sus tres compañeras están cantando. Ella tiene otras aspiraciones: quiere convertirse en ángel de la guarda. Para ello ha de aprender a volar. Tras varios ensayos, se resigna al fracaso.

Motivada por su deseo de hacer el bien, cambia de rumbo y decide aprender a nadar para convertirse en una angélica de la guarda, pero marítima. Ese es el punto de inflexión de la trama, que pasa de ser amable a ser dramática.

En el coloquio que se celebró el viernes, día 13, tras la primera función, resultó muy interesante conocer el proceso de elaboración de la obra. La artista reconoció que aún debían transcurrir una veintena de representaciones hasta configurarla definitivamente.

Lo hizo con gran humildad, requiriendo y aceptando las opiniones del público que había asistido al estreno. Junto a ella, el director de la obra, Ferrucio Cainero, atendía igualmente las propuestas y alternativas planteadas.

Reconocer que una obra no está madura, por mucho tiempo que se haya ensayado, hasta que el público da su veredicto, es un signo de inteligencia y al mismo tiempo de respeto a los espectadores, sin quienes el teatro perdería casi todo su sentido.

Francisco Javier Aguirre

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