Francisco Javier Aguirre.- La música es algo tan serio que conviene hacerla divertida. Si no se consigue, hay una frustración. Aunque la frustración también puede proceder de un despido. El argumento de esta pieza de teatro sin texto comienza así. Las tres protagonistas se han quedado sin trabajo. Arrastran su violín, su viola y su violonchelo por las calles de la ciudad hasta encontrarse en un punto indeterminado.
Tras un primer momento de estupefacción, superan las dificultades y recurren a sus instrumentos para salir del pasmo. La convivencia tiene de todo, y todo es expresado a través de la música, de las canciones, de los gestos. Por sus atriles, reales o imaginarios, desfilan los pentagramas diseñados por Massenet, Charest, Mozart, Piazzolla, Offenbach, Vivaldi, Grieg, Rota, Bizet, Mancini y otros compositores.
Cada pieza significa algo distinto, desde la tristeza frustrante que inspira la ‘Meditación de Thais’, de Massenet, hasta la excitación festiva reflejada en el Verano de ‘Las Cuatro Estaciones’ de Vivaldi. La música es la vida de los artistas y en ella van a encontrar el recurso necesario para cada ocasión. Finalmente, alguien vuelve a contratarlas; tras unos momentos de duda, deciden renunciar a una situación presuntamente confortable para mantenerse en la línea creativa que las tres han elegido.
El espectáculo creado, producido e interpretado por Ana Hernández, Lila Horovitz, Mayte Olmedilla y Sarai Pintado tiene encanto, humor y gracia. Los espectadores captan fácilmente el estado de ánimo de las actrices porque a veces la música es más elocuente que la palabra. Una sensación plácida y alegre inunda la atmósfera. No son necesarios los chistes ni los chascarrillos. Las melodías, los movimientos, las expresiones del rostro y la gestualidad lo dicen todo.
A lo largo de la actuación se mantiene un ritmo regular, sin dejar espacios vacíos. La originalidad del planteamiento y su preciso desarrollo explica los sucesivos premios que la producción ha recibido a lo largo de los tres últimos años.
Francisco Javier Aguirre