Fernando Gracia.- La noche del 8 de mayo de 1945 fue especial en Londres. Se celebraba el final de la guerra con la victoria del ejército aliado. El pueblo se echó a la calle, y parece ser que también las jóvenes princesas Elizabeth y Margaret, hijas del rey Jorge VI, lo hicieron.
Sobre este más que posible hecho, con un guión tratado en forma de comedia, el especialista en series Julian Jarrold filma una película de agradable visión, que discurre de forma amable y sin grandes sorpresas tras su interesante comienzo.
No estamos, evidentemente, ante un producto como “Vacaciones en Roma”, aunque a la propuesta se le puedan encontrar paralelismos. Ni el guion lo firma un Dalton Trumbo ni el director muestra poco más que un buen oficio, pero hay que reconocer que se pasa un rato agradable viéndola.
Seguramente estamos ante una película que gustará bastante al género femenino, sobre todo si no es demasiado joven, y ruego se me disculpe por la opinión, pero las cosas son como son y no como algunos pretenden que sean. De hecho, en la sesión donde estuve la ausencia de juventud era palpable y la abundancia de señoras aún más.
Como suele ser habitual en el cine británico, la ambientación es más que correcta así como las interpretaciones. Ya se sabe que nada mejor que un actor de las islas para hacer el british. Aunque en algún caso, como un casi irreconocible Rupert Everett, se pasa un tanto. Mucho más entonada se muestra Emily Watson interpretando el rol de la reina, esa señora tan querida por el pueblo a la que siempre se asoció con un trago de buena ginebra. También en la película le vemos frecuentar la frasca.
Pero la parte del león se la lleva la pareja de jóvenes actrices Sarah Gadon y Bel Powley, expresivas y por momento encantadoras, que no se parecen demasiado a las auténticas ni falta que les hace. Pienso que cuando Su Graciosa Majestad haya visionado en su palacio la película le habrá parecido muy bien la imagen que tanto el director como las actrices muestran.
Si las peripecias mostradas están muy alejadas de lo que ella recuerde, es algo que solo ella sabrá, y dudo que se lo vaya a contar a nadie. De hecho no ha sido precisamente la expresividad una de las características de la Señora.
Como no cabía esperar de otra manera, la película está adornada por un claro tono patriótico, aunque no dudo que en aquella noche especial las cosas pudieron andar por ese camino.
Hay algunas referencias al papel de los reyes en aquellos momentos y a la aceptación de la gente de la calle a sus personas, pero sin profundizar en exceso. Estamos ante una comedia y estos asuntos no se discuten.
“Noche real” cumple su objetivo que no es otro que entregar un producto amable, sin sobresaltos, dirigido con oficio aunque sin alardes.
Al tratar de un asunto que compete a alguien todavía vivo, con un poder y una fuerza representativa innegable, tampoco podía esperarse nada más cáustico o crítico.
Al final, todos de acuerdo en que “Dios salve al rey”. Y desde hace décadas, la reina.
FERNANDO GRACIA