Francisco Javier Aguirre.- El montaje de esta emblemática narración, adaptada para la escena por José Luis Gómez y Brenda Escobedo, ha sido coproducido por La Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. El propio José Luis Gómez dirige la obra y sobre él recae toda la dinámica del texto, como actor principal.
Con la participación de Marta Belmonte, Diana Bernedo, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Chete Lera, Nerea Moreno, Inma Nieto, Raúl Priego y José Luis Torrijo se ha logrado una de las cumbres interpretativas de la dramaturgia actual en nuestro país.
Hay muchos elementos apreciables en el espectáculo, desde la arquitectura tubular del escenario, hasta la densidad lingüística que no merma la comprensión de la trama, sino que la exalta. Como ha señalado Rafael Campos, durante más de un decenio director del Teatro Principal y responsable de su excelente trayectoria, «el sugerente trenzado de escaleras que comienzan y acaban incesantemente en un sinfín, ofrece dinamicidad a la acción y al espacio de la ficción, a menudo sembrado de personajes oscuros». Esa genial creación de ambiente es uno de los logros de la obra. La contraposición entre lo sórdido y lo elegante sitúa la acción en toda su profundidad.
Los significados históricos, sociales y psicológicos del texto de Fernando de Rojas son de largo alcance. La pasión juvenil, la protección familiar, la presión social, el poder de la hechicería, el mercadeo de favores, la pugna de los egoísmos y el resto de connotaciones que rodean cualquier aventura humana, quedan perfectamente expresados a través de esta versión teatral.
En cuanto a la precisión del lenguaje y la prosodia utilizada por los personajes, singularmente por el/la vieja alcahueta, toda la obra es un deleite para quienes aprecian estos componentes en una obra literaria, más allá de la trama. Los restantes elementos de la escenografía, incluidos el vestuario, la iluminación y la música contribuyen a consolidar una realidad dramática de mucho relieve.
Francisco Javier Aguirre