Ángela Medrano./ La obra cuenta con un importante equipo técnico, de sonido etc… que hacen sentir muy “acompañados y apoyados” a los actores en la interpretación de sus personajes sobre el escenario según sus propias palabras. O como indica el propio Alterio “mi profesión se convierte en una fiesta”.
El Concejal de Cultura, Fernando Rivarés, calificó la obra como un “cúmulo de talento universal al que se une el talento local” para poner en escena «un gran texto grandemente expresado en carne de maestros».
El teatro es un género que precisamente debe contar la vida, las relaciones humanas y en el caso de esta obra se hace real todo el registro de emociones humanas, desde la risa al llanto, moviendo y conmoviendo, e invitando a la reflexión sobre un tema tan actual como es la situación de nuestros mayores, muchos de ellos aquejados por enfermedades como el Alzheimer, la demencia, que afecta no solo a su calidad de vida sino también a la de todos aquellos que les rodean.
Para Ana Labordeta la obra ha supuesto para ella “todo un viaje”, es una función que cumple con la finalidad del teatro de conseguir darle un toque, un “mordisco al corazón”, jugando con la mente del espectador que «materializa la confusión del enfermo y despierta en él el desasosiego y la curiosidad durante el desarrollo de la trama”.
75 años de Alterio sobre los escenarios dan para muchas anécdotas, para que como nos decía el “tengo la sensación de contar cosas que ya he contado” pero lo que nunca pierde es «la capacidad de divertirse actuando, indagando, sé que no me voy a aburrir, que voy a mejorar con respecto a la representación anterior, me siento vivo, apoyado por mis compañeros, tengo la seguridad de sentirme apoyado y rodeado de talento, eso nos hace estar muy satisfechos cuando baja el telón…”
Y mientras posan para las fotos a Héctor le digo aquello de que a mi me parece que al igual que ocurre con los buenos caldos, las buenas personas y buenos actores con la edad ganan en calidad…