ZBN./ Entre los músicos y sus instrumentos, o entre los fotógrafos con sus cámaras, siempre hay una relación de amor con todas sus dinámicas: atracción, amor, apego, y a veces hasta una ambivalencia de amor-odio. En ambos casos el instrumento o la cámara llegan a ser casi una extensión de sus cuerpos, con la única diferencia que el fotógrafo tiene la capacidad de captar en imagen el instante mágico de un encuentro fortuito para inmortalizarlo en una dimensión atemporal a través de la fotografía.
Herramientas de trabajo, mediadores entre el músico y la gloria intangible de una canción, todos estos instrumentos, mimados o maltratados, guardan secretos.
A Ian Curtis, cantante de Joy Division, no le gustaba nada tocar la guitarra y, además, no tenía ni idea, solo sabía tocar un par de acordes. Tras su suicidio, en mayo de 1980, el grupo que emergió de las cenizas de Joy Division, New Order, heredó su guitarra Vox Phantom VI. Wayne Coyne (Flaming Lips) adaptó en el interior de una vieja guitarra acústica de 12 cuerdas, un sintetizador Alesis AirSynth que detecta el movimiento de las manos y lo traduce en sonidos. Su característico estilo carnavalesco es rematado con un viejo teléfono móvil también pegado a la guitarra.
Steve Albini, guitarrista de Shellac y productor de bandas como Nirvana o Pixies, siempre se decantó por las Travis Bean TB500, modelo que probó en una tienda cuando era adolescente y que no paró de buscar hasta que encontró una de segunda mano a través de un coleccionista.
A principios de los ochenta en Washington D.C. el punk estaba experimentando una transformación de la que el fotógrafo Pat Graham, si bien adolescente, fue testigo de primera mano. Lo vivió desde dentro a principio de los años ’90 tras mudarse a la ciudad, siendo testigo de toda la música underground y empezando a ir de gira con los varios grupos. Con su trabajo contribuyó a documentar una de las subculturas más influyentes de los EEUU. Inevitablemente de la misma manera en la que los artistas van desplazándose con sus instrumentos, Pat Graham no deja de llevar su cámara a todas partes y quizás por ello entiende perfectamente esta relación.
Se trata de una relación intensa, hecha de anécdotas, momentos inolvidables y canciones únicas, momentos que se quedan parados para siempre en el disparo del fotógrafo, que es al mismo tiempo amigo y compañero de viaje.
Imágenes que dejan constancia en nuestra memoria del paso del tiempo a través del desgaste del instrumento. Además de esa aura “rockstar” o ese fetichismo que podrían poseer algunos fans hacia los secretos de los instrumentos de sus músicos favoritos, que en ciertos casos son únicos o tuneados, podemos apreciar en las imágenes de Graham, además del ritual mágico y religioso de cada sesión, la verdadera esencia de la imagen fotográfica
En el caso de las fotografías de Pat Graham, que han sido utilizadas en algunas de las principales portadas internacionales de prensa musical especializada, es muy complicado diferenciar si se trata de fotografía publicitaria, artística o documental, ya que los límites son muy sutiles. Hoy día resulta evidente que el encuentro del arte con la industria, por mediación de la tecnología, posibilitó una transformación completa de la vida de amplios sectores de la población mundial, transformación que no cesa de profundizarse. La imagen ha ocupado un papel trascendente también en la historia del rock.
Muchos artistas han continuado su leyenda. En parte, gracias al retrato que de ellos quedó grabado y el mérito pertenece, y en gran medida a los fotógrafos que los siguieron. Con las nuevas tecnologías los apasionados de la música viven una avalancha casi diaria de fotos de sus artistas favoritos. Además de las que distribuyen las revistas, vemos retratos de bandas en una multitud de imágenes de conciertos en blogs o hasta en los perfiles de redes sociales de amigos y conocidos, pero en el caso de Pat Graham se trata de un estudio fotográfico entre la relación mágica que existe entre músicos e instrumentos. Nuevos paradigmas tecnológicos, pero los mismos mitos fundacionales
Pat Graham (nacido en 1970 en Milwaukee, Wisconsin) es un fotógrafo estadunidense que vive en Londres, El interés de Graham por la fotografía comenzó en la escuela secundaria en Waukesha más adelante Graham ganó una reputación internacional por su fotografía de músicos de rock, punk rock e indie. Su trabajo aparece en la obra de arte para varias grabaciones notables, y también está en la colección permanente del Experience Music Project en Seattle, WA.
En 1990, Graham fue co-organizador de un concierto de Fugazi en el centro de exposiciones de Waukesha. La banda permaneció en la casa de la familia de Graham y su visita resultó inspirador para Graham en cuanto a música, arte y activismo.
En enero de 1992, Graham se mudó a Washington, DC, fue allí donde empezó a ir a conciertos todas las semanas y a fotografiar todo lo que estaba pasando: todos sus amigos cercanos estaban tocando, haciendo activismo, llevando sellos independientes o escribiendo libros. En 2000, Graham se mudó a Londres y siguió participando en diversas giras que le llevan a publicar en 2007 el libro Silent Pictures con imágenes de Modest Mouse, Fugazi, Bikini Kill, Blonde Redhead o Shellac. Chronicle Books publica en 2011 el segundo libro de Graham, Instrument.
En ese mismo año, participó documentando el proyecto Raw Sound del guitarrista Johnny Marr (The Smiths, Modest Mouse, otros) que fue expuesto en Hong Kong, Nueva York, y en Londres. Graham sigue trabajando con Johnny Marr y otros músicos. PowerHouse Books (Brooklyn, NY) publicará el tercer libro de Graham, Modest Mouse 1992-2010, en el otoño de 2014.
Entre los clientes de sus commercials: Anomalía, Apple, BBC, CABE, Converse, Darling Dept, Focus Group, Hard Rock Hotel, Menos Rain Design, Diseño Libre, No del tamaño real, Poker Stars, Raen Óptica, Tottenham Hotspur Football Club, Umbro, El Victoria & Albert Museum y Wolff Olins.