Francisco J. Aguirre./ En el plazo de una semana, los aficionados zaragozanos y de cualquier otra latitud han podido contemplar las habilidades interpretativas de los nuevos actores. Comenzaron los alumnos de segundo curso en el Teatro del Mercado, los días 7 y 8 de este mes de junio, y han continuado los de tercero en el Teatro Principal los días 15 y 16.
Unas ‘Escenas de Molière’, en versión y dirección de Paco Ortega, han dado la medida de los avances de los alumnos de segundo utilizando textos de algunas comedias del dramaturgo francés. ‘Las mujeres sabias’, ‘Tartufo’, ‘La escuela de las mujeres’ y ‘El casamiento a la fuerza’ han sido las obras en las que se han basado la quincena de actores para expresar los progresos de un aprendizaje largo y constante a lo largo de dos cursos académicos.
Una gran flexibilidad interpretativa y una puesta en escena inteligente tuvieron como contraste la despedida del director, que lamentó el que aún no se haya conseguido oficializar plenamente estos estudios con la declaración del centro docente como Escuela Superior de Arte Dramático, algo que está previsto y prometido por los estamentos políticos. Ello no ha sido obstáculo para que el nivel artístico del alumnado esté a la altura de las exigencias contemporáneas, cada vez más elevadas en un mundo extremadamente competitivo y complicado. Todos los actores de segundo curso realizaron su trabajo con gran responsabilidad y una buena integración con sus personajes.
Sus compañeros de tercero, enfrentados a una obra de mayores dimensiones, respondieron a la semana siguiente, en el Teatro Principal con la misma solvencia, superando los retos que supone ‘Revolución’, una propuesta basada en textos de Mariano Cariñena, Joan Mayorga y el propio Alfonso Palomares, quien diseñó y completó la dramaturgia final. Bajo la dirección de Amparo Nogués, siete actores principales y tres secundarios afrontaron una obra de intención unitaria y expresión múltiple, en torno a la teoría y la práctica de la revolución como catarsis personal y solución a los conflictos sociales.
Los espectadores pudieron constatar la capacidad de los intérpretes para introducirse fluidamente en los diferentes estilos. Con un predominio de la comedia y la farsa, los textos permitieron una expresión drástica de ideas y sentimientos que en ocasiones desbordan lo políticamente correcto, pero que transmiten una realidad incontrovertible en el mundo que nos ha tocado vivir: sin rebeldía no hay progreso. Rebeldía incluso en el montaje y en el desarrollo escenográfico, en la interacción del canto y la broma, en la convergencia de la reflexión y la emoción.
Francisco Javier Aguirre