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Un amor de verano (Amor entre mujeres)

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Un amor de verano (Amor entre mujeres)

Fernando Gracia./  Son varias las películas sobre amores lésbicos que nos han llegado recientemente. Afortunadamente hace tiempo que no es un tema tabú y no acostumbran a ser motivo de escándalo. La que ahora nos llega, titulada en nuestro país “Un amor de verano”, presenta como novedad que no se trata de una historia de ahora mismo, sino en los primeros años de la década de los setenta del siglo pasado.

Es un detalle muy a tener en cuenta porque la directora nos sitúa la acción cuando Francia, y sobre todo sus jóvenes, siguen bajo la influencia que el llamado “mayo del 68” tuvo entre ellos, aunque aparentemente la situación hubiera sido controlada por el Gobierno.

Una muchacha que trabaja en la gran familiar situada en el Limousin, reacia a casarse porque hace tiempo que es consciente de sus preferencias sexuales, conoce cuando se traslada a estudiar a París a una atractiva mujer más mayor, activista feminista, con la que conocerá el amor. Esta, a su vez, que mantiene una relación heterosexual, descubrirá “el amor que no osa decir su nombre” y acompañará a la joven campesina hasta la finca familiar.

Aunque al principio parece que el guion se va a ocupar sobre todo de los movimientos feministas y de la lucha pionera por alcanzar unos derechos en los que afortunadamente se ha avanzado, aunque quede bastante por hacer, el nudo principal de la trama deriva hacia la disyuntiva que se le presenta a la muchacha entre el amor y lo que considera su deber respecto a su familia y sus especiales circunstancias.

La directora, Catherina Corsini, quien reconoce ser la pareja de su productora, por lo que sabe muy bien de qué está hablando, firma una película algo desigual, aunque en ningún momento se le va de las manos y despacha un producto que se puede calificar de interesante y que casi siempre va a más según avanza la proyección.

La ajustada ambientación y sobre todo la excelente interpretación tanto de ambas amantes como la actriz que encarna a la madre de la campesina, hacen que la película se siga con interés, sobre todos para aquellos que guarden memoria sobre décadas pasadas y sobre lo que representaban estos asuntos, sobre todo en las sociedades más cerradas o conservadoras.

La joven está interpretada por IzïaHigelin, de la que no me consta haber visto ninguna otra película en nuestras pantallas, mientras que su amante parisina es la encantadora Cecile de France, toda una estrella en nuestro país vecino, que en esta ocasión se arriesga con un papel muy físico, ya que la directora las muestra con frecuencia sin ropa alguna, eso sí bastante bien resuelto el asunto de forma estética.
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Curiosamente el personaje de esta última se llama Carole, como el de Cate Blanchett, en la reciente película de Todd Haynes. En cuanto a las escenas tórridas cabe decir que no se alcanza el grado de calentura de la premiada “La vida de Adèle” ni su virulencia psicológica. Película, por tanto, para adultos –no solo de edad, sino de pensamiento-, correcta sin excesos y bien resuelta en líneas generales, aunque una vez planteada no suponga gran novedad para el espectador más avisado. Mantiene el buen tono habitual del cine francés que nos llega, pudiéndose incluso degustar en versión original, lo que le confiere mayor autenticidad.

FERNANDO GRACIA

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