Rafael Castillejo./ Pensando en nuestra querida familia, lo primero que hacíamos nada más instalarnos en el hotel o apartamento era adquirir las postales de rigor, escribirlas a mano y buscar el correspondiente estanco para comprar el sello. Allí mismo preguntábamos dónde se encontraba el buzón más cercano y, si nuestra estancia en el lugar de veraneo era corta, podíamos regresar antes incluso de que llegase la vistosa y colorida postal.
Aunque hace años que su edición y venta descendió notablemente, el whatsapp está siendo para ellas el peor enemigo posible.
Qué cómodo nos resulta todo ahora pero cuántas bonitas costumbres y puestos de trabajo se han perdido con las nuevas tecnologías. Editoriales, tiendas, kioscos, carteros… Todo lo «cómodo, rápido y gratis» está muy bien pero, debemos pensar en los daños colaterales que ocasiona. No obstante, todavía sigue habiendo gente sensible que las compra para sí como recuerdo.
Además, hay lugares y momentos imposibles de fotografiar con tanta calidad como la obtenida por el profesional que lo hizo para esas postales.
Rafael Castillejo
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