Redacción./ Se necesita imaginación para suponer que el emperador Constantino, en el año 303, reuniera un pequeño equipo redactor y les encargara escribir los cuatro Evangelios y varios textos más, todos ellos falsificados, con el fin de implantar en todo el Imperio su nueva religión, el Cristianismo. Pero conforme avanza el relato, el autor se encarga de demostrar que la trama que expone en este libro no es una ficción, ni una invención suya, sino la exacta descripción de lo que sucedió.
– El título del libro ya es muy revelador pero, ¿qué se va a encontrar el lector en esta novela?
Encontrará un relato dentro de otro relato. A dos hombres, Lactancio y Eusebio de Cesarea, falsificando, con plena conciencia, todo el Nuevo Testamento (Evangelios, Epístolas, Hechos, Apocalipsis …) y una infinidad de obras de falsos autores cristianos primitivos. Y a Constantino, empeñado en hacerse con el dominio de todo el Imperio Romano, para poder implantar en todo él el Cristianismo.
-¿Cómo llegó a este descubrimiento que pone de manifiesto en el libro?
Poco antes de cumplir los 40 años, en las Navidades del 84, tuve una conversión con un amigo sobre la reencarnación, y tras ella decidí saber la verdad sobre mis ideas de entonces, a las que daba cierto crédito, sobre la vida, la muerte, la existencia de Dios, el sentido de la vida; la validez, en suma, de las creencias heredadas de mis mayores. Yo entonces era creyente y practicante, pero tibio, por rutina.
Primero estudié y conocí las doctrinas anteriores al Cristianismo, el Conocimiento en Grecia. Esa búsqueda me llevó 7 años. Luego, bien empapado del Conocimiento helenístico, analicé nuestros ”textos sagrados”, el Nuevo Testamento. Encontré cosas sorprendentes, como que dos Evangelios y varias Cartas habían sido escritos en dos etapas de redacción. ¿Qué impidió a los escritores primeros exponer claramente la doctrina original? Y si había habido dos etapas de redacción separadas en el tiempo, ¿quién tenía suficiente poder en las comunidades cristianas como para añadir un 90% y ocultar la doctrina primera? Cualquiera de las opciones era inquietante. Eso me hizo continuar mi búsqueda. La cronología de los hallazgos la explico en el Epílogo del libro, de 12 páginas
– Constantino jugó un papel muy importante en la historia del cristianismo. Háblenos de su figura.
Constantino era el hijo primero, y único para derechos de sucesión, del César de las Galias, Constancio Cloro. Pero se vio privado de suceder a su padre por decisión de Diocleciano. Eso le generó, sin duda, un gran afán de revancha. Era ambicioso, decidido y muy buen estratega. Como Alejandro Magno, no perdió ni una batalla.
Usaba a todos aquellos con los que trataba, muy pronto desde una posición de poder, sin escrúpulos. Estaba convencido de ser el elegido para una gran misión, salvar al Imperio del fin del mundo, siguiendo la paranoia de Lactancio. En lo militar no tuvo rival en su tiempo. En lo ideológico naufragó estrepitosamente, y seguimos pagando las consecuencias de aquel error.
– Un libro muy trabajado que habrá implicado un largo proceso de documentación. ¿Cómo surgió la idea de investigar sobre este tema y cómo ha sido el proceso de creación posterior de la novela?
Decidido a investigar el origen de los Evangelios, la personalidad de sus autores y cuándo se compusieron, hubo un análisis previo, del 1.992 al 2.004, 12 años. En ese tiempo descubrí muchos aspectos: La doble redacción, la formación de un equipo redactor del que formaba parte Eusebio de Cesarea, historiador amigo de Constantino, la existencia de firmas de “SIMÓN” en varios Evangelios, el hecho de que Jesucristo no había existido … Pero las firmas que expuse en mi libro anterior eran fruto del azar. Había que encontrar las firmas auténticas.
Encontrarlas, realizar nuevos hallazgos, como las estructuras al escribir, documentar la época de Constantino y darle forma me ha llevado 12 años.
-Pone de manifiesto que estamos ante uno de los mayores fraudes de la historia, ¿cómo cree que aceptan los cristianos esta teoría que plantea en la novela?
Dependiendo de su juicio crítico, creo que pueden darse tres casos. El de quien rechace la simple noticia, sin entrar a conocerla. Son los que nunca leerán el libro, pero lo criticarán con toda dureza.
En el extremo opuesto, las personas de mente abierta, que confían en su propio criterio interior. He conocido casos. Se sorprenden tremendamente al oír la información y deciden estudiar el tema por sí mismos. No critican, ni alaban; esperan a formar su propio juicio.
Y entre ambos … puede haber personas que duden si aclarar la información o no. Tal vez pulsen opiniones ajenas, de conocidos que lo hayan leído, y decidan más tarde enterarse por sí mismos.Tengo la esperanza de que predominen los que quieran enterarse por sí mismos.
Hay un dato clave: El libro dice contener las pruebas de la tesis que plantea. Salir de dudas es algo tan fácil como leer las 80 páginas donde se exponen las pruebas documentales de que los Evangelios son la falsificación de una misma persona, Eusebio de Cesarea, que colocó en los cuatro Evangelios la misma firma, (o marca), “SIMÓN”, en forma de acróstico.
Son las páginas que están a colores en el libro. Hay que tener mucho miedo a la verdad para no querer enterarse.
Fernando Conde Torrens nace en Irún (Guipúzcoa) en 1945, aunque a los dos años sus padres vuelven a Pamplona, de donde son oriundos. Es Doctor Ingeniero Industrial y obtuvo plaza de Profesor Titular de Escuela Universitaria en la Universidad de la Rioja. Fruto de un interés personal y durante los últimos 22 años compagina sus obligaciones profesionales con la investigación sobre la historia de las ideas (Filosofía y Religión). El poder traducir latín, griego y hebreo le permite acceder a los escritos en su idioma original.