ZBN.-Son una importante parte del Patrimonio Histórico Aragonés, testimonio de su intensa y dilatada historia. Los castillos surgen dentro de un marcado ambiente bélico durante la Edad Media, como elemento de control tras la ocupación musulmana en el siglo VIII, en las fronteras de las tierras arrebatadas a los árabes.
No solo sirvieron como elementos defensivos sino que además proporcionaron prestigio a nobles y señores. Los encontramos de todos los tamaños, tipologías y funciones: castillos-convento, castillos-palacio, alcázares, torres, los denominados «donjon», fortalezas, iglesias-fortaleza.
Muchas de estas edificaciones tienen como origen construcciones musulmanas que a su vez son reutilizaciones de fortificaciones iberas, romanas y visigodas. Tras la Reconquista de territorios se construyen fortalezas que permiten la repoblación. La mayoría de estos castillos pasaron a ser propiedad del Rey y otros muchos del poder religioso, a manos de Órdenes.
Los primeros castillos medievales tenían como única estructura una torre dividida en pisos con su puerta de acceso a gran altura para la protección de sus habitantes. Claro ejemplo de estas torres es la que se conserva en Abizanda, hoy restaurada para albergar el Museo de Religiosidad y Creencias Populares. Los castillos con diversas dependencias y edificios se construyen a partir del siglo XI, tras la conquista de Huesca, siguiendo el estilo arquitectónico imperante en el Norte de la Península y el Sur de Francia, el Románico. Las nuevas construcciones se caracterizarán por ser recintos murados que abarcan en ocasiones toda una villa. El Castillo de Loarre es el ejemplo mejor conservado de castillo románico de España y uno de los monumentos más emblemáticos de Aragón junto con la Aljafería de Zaragoza.
Entre el siglo XI y el XIII, sobre todo durante el reinado de Pedro II, se construye el tipo de iglesia-fortaleza perteneciente a órdenes religiosas. Se trata de una tipología única y específica del arte mudéjar aragonés, de la que es ejemplo la iglesia-fortaleza de Cervera de la Cañada (Zaragoza), declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Hasta el reinado de Jaime I los castillos reproducen el estilo Románico y son habitados por pequeñas guarniciones dedicadas a la defensa de las poblaciones fronterizas. A partir de entonces se impone el tipo palacio y el estilo Gótico, desarrollándose grandes residencias fortificadas.
También se conservan importantes ejemplos de fortificaciones modernas. En la Jacetania (Huesca) se localiza un nutrido grupo, fruto de la evolución de los sistemas defensivos a lo largo de las sucesivas confrontaciones bélicas, como por ejemplo la Ciudadela de Jaca que data del siglo XVII, la Torre de la Espelunca y el Fuerte de Coll de Ladrones en Canfranc, ambas del siglo XIX.
Aragón posee una larga lista de castillos y fortificaciones militares y religiosas repartidas por las tres provincias. En Huesca encontramos los más importantes en la comarca de la Hoya: el Castillo de Montearagón, desde el que se realiza la conquista de Huesca y el de Loarre. Destacan también los importantes ejemplos del Somontano como son el Castillo Abadía de Alquezar, el Castillo de Monzón, y el Palacio de Permisan. En Zaragoza capital el Palacio de La Aljafería se erige como símbolo del poder musulmán.
La familia de los Luna sembró el campo de Cariñena de edificaciones, siendo el más importante el Castillo de Mesones de Isuela. Son de destacar también el Castillo de Biel, el de Navardum, el Castillo de Trasmoz, el ocupado por el Cid en el siglo XI de Ateca, el musulmán Ayyub de Calatayud, o el renacentista de los Condes de Argillo en Illueca. Teruel conserva en su territorio importantes muestras de fortificaciones en la comarca del Bajo Aragón, con ejemplos tan magníficos como el Castillo de Albalate del Arzobispo, el Castillo de Valderrobres o el de Mora de Rubielos.
Patrimonio cultural de Aragón.