Fernando Gracia./ Lo menos que se le debe pedir a las películas de intriga es que entretengan, que mantengan la tensión del espectador. Cada vez resulta más difícil que además sean originales, aunque encontrar algún detalle que sí lo sea se agradece.
Desde Argentina nos llega un filme firmado por Rodrigo Grande, “Al final del túnel”, que cumple de forma suficientemente satisfactoria con esta premisa.
Del director no recuerdo más que un par de títulos anteriores, en los que curiosamente, al igual que en el presente, aparece el gran Federico Luppi. Uno es “Cuestión de principios” y el otro “Presos del olvido”, filme muy interesante que pasó inadvertido en su momento, donde también actuaba el magnífico actor Ulises Dumont.
La acción nos sitúa en un edificio de gran tamaño, bastante desordenado, en el que vive un hombre postrado en silla de ruedas de resultas de un accidente. Una hermosa mujer acompañada de su hija acude a alquilar el piso superior, estableciéndose una interesante relación con ambas. Una noche nuestro hombre cree oír ruidos en el piso contiguo. Su perspicacia y su habilidad con los ingenios electrónicos le llevarán a descubrir lo que se está cociendo en su vecindad.
Una vez planteado el tema, que en principio hasta puede recordar vagamente a “La ventana indiscreta”, se trata de ver la habilidad que guionista y director, que en este caso son la misma persona, tienen para desarrollarlo manteniendo nuestro interés y para darle un remate final, que los cánones del género dicen que debe ser lo más sorprendente posible si puede ser.
No faltan ciertos convencionalismos, hay que aceptar como buenas algunas revueltas del guion, pero la atención del espectador no decae y la película funciona bien como cine de género que es. No engaña a nadie, pretende mantener nuestra atención y lo consigue. Para qué pedir más.
Leonardo Sbaraglia llena por completo la pantalla. Vuelve a demostrar su innegable calidad y aprovecha el buen papel que le ha caído en suerte. Entre los “malos” destaca otro actor argentino de reconocido prestigio como es Pablo Echarri, que se dio a conocer en nuestro país con “El método”, basada en la famosa obra de teatro de Jordi Galcerán. La chica es Clara Lago, que consigue desenvolverse muy bien con el acento argentino y se muestra solvente y tan guapa como acostumbra.
Lo del gran Luppi es una colaboración de lujo, que despacha con la calidad que tantas veces le hemos reconocido.
En medio de la programación veraniega sin demasiados títulos remarcables, se puede considerar como una buena elección para pasar dos horas entretenidas viendo cine de aroma clásico, sin excesivas pretensiones artísticas pero muy bien resuelto técnicamente.
FERNANDO GRACIA