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Café Society  (Años 30)

 

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Café Society  (Años 30)

Fernando Gracia./       Posiblemente no necesita el bueno de Woody Allen molestarse en escribir y dirigir cada año un título más para añadir a su carrera, pero lo hace. Se divierte, sin duda. Sabe que será difícil que mejore algunos de sus títulos, que muchos le dirán que entrega “un poco más de lo mismo”, pero el hombre parece que aún tiene fuerzas y ánimo suficientes para regalarnos a sus seguidores un título más… y en esas estamos.

“Café society” nos transporta a la década de los treinta, al ambiente del Hollywood dorado. En esa ciudad de los sueños aterriza un joven judío neoyorquino -¿les suena de algo?- dispuesto a abrirse camino. Quiere que le introduzca en el mundillo cinematográfico un tío suyo que dirige una oficina de representación de artistas y que le encarga en un principio simples trabajos de mensajería.

Enseguida el filme se convierte en una comedia romántica más o menos, que emplea una técnica narrativa similar a la que utilizaban las que se rodaban en aquel tiempo por esas tierras.

Todo ello aderezado con una magnífica banda sonora donde suena un buen número de grandes temas con presencia destacada de los compuestos por la pareja Rodgers y Hart, a quienes se nombra con frecuencia en los diálogos.
Y diálogo es lo que más abunda en el guion. Unos diálogos no excesivamente cómicos pero siempre hábiles y con frecuencia ingeniosos, aunque algunas de sus referencias puedan pasar inadvertidas para buen número de espectadores.

Burla, burlando, nuestro flamante premio Príncipe de Asturias va introduciendo buen número de sus temas recurrentes: el judaísmo, el cristianismo, las diferencias entre California y “su” Nueva York, los viejos cines desaparecidos que parecían catedrales, el jazz, incluso la culpa. O sea, nada que no sepamos quienes le seguimos desde hace más de cuatro décadas, y que aunque salgamos en esta ocasión simplemente complacidos pero no entusiasmados, pensamos que bienvenida sea esta nueva muestra de ingenio, que no de genio, del artista.


A mi modo de ver lo más remarcable del filme, además de la música, es la soberbia fotografía de ese mago de la luz que es Vittorio Storaro, de carrera tan vinculada a nuestro Carlos Saura, y que ha trabajado entre otros con directores de la talla de Coppola, por citar alguno más.

Para los papeles centrales ha elegido en esta ocasión a actores cuyos éxitos anteriores estaban asociados al cine para adolescentes, populares si se quiere pero de carrera exenta de títulos de calidad. Salvo el caso de JesseEssenberg, que brilló en “La red social”, los títulos anteriores de Kristen Stewart o Blake Lively no eran como para asociarlas al universo Allen precisamente. Como es habitual, el neoyorquino extrae lo mejor de ellos y no desmerecen en absoluto.

Cafe_SocietyMención aparte merece Steve Carrell, humorista capaz de ser el Superagente 86 y de hacer personajes serios en tono de comedia como los que entregó en “La gran apuesta” o “Freeheld”, y que en esta ocasión defiende con brillantez este rol de representante triunfador que le ha regalado Allen.

Evidentemente nuestro Woody las ha hecho mejores. Pero como digo cada año cuando comento su última creación: el más normalito de sus trabajos suele ser mejor que la inmensa mayoría de comedias que nos llegan, sobre todo las que hacen sus compatriotas. Así que disfrútenla sus seguidores, que me consta son muchos y deseemos todos que al año que viene nos regale otra. Los que le niegan el pan y la sal no se molestarán en verla y si lo hicieran seguramente no cambiarían de opinión.

FERNANDO GRACIA

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