ZBN.-Este fenómeno, detectado por investigadores españoles tras analizar más de 6.000 partidos de la NBA, se asemeja a la evolución constante que deben desarrollar los seres vivos para mantenerse en la naturaleza.
Los resultados reflejan que los equipos de baloncesto se pueden considerar sistemas autoorganizados, ya que tienden a potenciar un flujo de juego (conjunto de acciones en un determinado momento y lugar) cuando funciona, o cerrarlo para poder crear otro si fuera necesario, aunque este proceso sea impredecible. Frente a un problema, cada equipo, considerado como un sistema, puede presentar varias soluciones válidas.
Por ejemplo, en lugar de pasar el balón a un jugador se puede mandar a otro, o bien tirar o bloquear, o crear espacio, incluso optar por varias acciones a la vez. El propio desarrollo del juego fomenta la creatividad del equipo.
Todos estos procesos tienen lugar de forma simultánea y continua durante el tiempo de juego; de hecho, esa capacidad de que surjan nuevos comportamientos en los equipos es lo que hace a deportes como este muy atractivos para los aficionados y los medios de comunicación.
Todo encaminado hacia el último minuto. La autoorganización de los equipos puede acentuarse en cualquier momento del partido, pero es en el minuto final donde ocurre con más fuerza, sobre todo en los partidos más igualados. “En esos 60 segundos finales el juego es completamente caótico, pero en el sentido científico de la palabra: parece aleatorio, sin sentido, aunque no lo es”, dice De Saá Guerra, que subraya la similitud entre la hipótesis de la Reina Roja en la naturaleza y el hecho de que los dos equipos traten de mantener su ventaja a lo largo de todo el partido para llegar al trascendental minuto final.
Los súbditos de la Reina Roja, uno de los personajes del libro Alicia a través del espejo de Lewis Carroll, tienen que correr constantemente para no quedarse atrás en su país, que no deja de moverse. Esta historia ha inspirado la denominada ‘hipótesis evolutiva de la Reina Roja’, que plantea cómo las especies deben mejorar de forma continua simplemente para mantener su estatus dentro del entorno en el que coevolucionan con otros seres vivos.
En un sistema depredador-presa, por ejemplo, o en un entorno natural cambiante con recursos limitados, las especies evolucionan adaptándose en su carrera de armamento. Luchan continuamente al máximo nivel solo para subsistir, no para asegurar su triunfo. En esos casos, una pequeña ventaja adaptativa puede significar mucho.
“Del mismo modo, los equipos de baloncesto deben luchar muy duro simplemente para alcanzar el último minuto, y cualquier ventaja, por insignificante que parezca, puede ser crítica en ese momento”, dice el investigador. “Lo conseguido hasta este momento no importa: cualquier fallo, ventaja inicial, despiste, etc. pueden determinar el resultado”.
En la NBA, los partidos más competidos se deciden en esos 60 segundos finales, cuando las faltas juegan un papel principal (un 94,02% de los puntos anotados en ese periodo). Es aquí donde la colaboración, intercomunicación, apoyo mutuo, estrategias de juego, o en una palabra: la autoorganización entre los elementos del sistema, puede ser la clave.
Como en los sistemas naturales, aquellos equipos que mejor se adapten a cualquier circunstancia que se presente tendrán más opciones de ganar. Este fenómeno también se puede entender desde una perspectiva más filosófica, donde lo importante es el grupo y no el ego. Como dijo Phill Jackson, el que fuera entrenador de Chigaco Bulls, “el baloncesto es el yo al servicio del nosotros”, es decir, cooperar y evolucionar sin reciprocidad, sin esperar nada personal a cambio, solo por el bien del equipo».
Los firmantes del trabajo, investigadores de la ULPGC, son: Juan Manuel Martín González, Yves de Saá Guerra, Juan Manuel García-Manso y Enrique Arriaza, de los Departamentos de Física Aplicada y de Educación Física y han publicado su trabajo en la revista científica International Journal of Heat and Technology.