Francisco Javier Aguirre. Superadas las tres décadas de existencia, el Teatro del Norte, nacido y ubicado en Lugones, Asturias, como su fundador y director Etelvino Vázquez, ha cerrado su trilogía dedicada a tres personajes femeninos fundamentales en la historia del teatro europeo: Mariana Pineda, Nora y Elektra.
En el Teatro de la Estación, durante el último fin de semana de noviembre, han ofrecido su último montaje, Elektra, con un planteamiento muy original, de gran sencillez pero de elevada elocuencia. Para ello han contado con las visiones y versiones que de este mítico personaje han ido elaborando a lo largo de la historia Sófocles, Eurípides, Von Hofmannsthal, Sartre, Müller y Richad Strauss, que le dedicó una ópera, parte de cuya música ha sido utilizada en la dramaturgia elaborada por Vázquez.
Además de él, que dirige e interpreta tres personajes, Cristina Lorenzo y David González elaboran una pieza contundente, sobre todo por parte de la actriz que representa a Elektra. El triple desdoblamiento actoral del director (como Crisótemis, Clitemnestra y Egisto), revela la enorme categoría artística y personal de Etelvino Vázquez y responde a su concepción del teatro integral en el que todos los miembros participan del proyecto al completo.
La situación de una mujer que se ve abocada a asesinar a su propia madre, para vengar la muerte de su padre, ha dado origen incluso a la deriva patológica de un síndrome que, en el mundo de la psicología, Jung denominó complejo de Electra. En los dramas de Sófocles, Eurípides y demás autores que han tratado el mito, el síndrome adquiere carácter trágico.
La interpretación que de ese papel hace Cristina Lorenzo es impresionante, con una intensidad sin fisuras que se manifiesta tanto por las palabras, como por los gestos y particularmente a través de la mirada. Terrorífica la suya, expresando de un modo brutal el tormento que la posee.
Aun siendo clave en el desarrollo de la acción, la presencia de Orestes, encarnado por David González, es el punto más discreto de la tragedia, en la cual tiene también mucha relevancia el simbolismo del espectro de Agamenón, que aparece sucesivas veces representado por González.
La obra deja una impresión intensa en el espectador, derivada fundamentalmente del trabajo de Cristina Lorenzo reviviendo a Elektra.