Fernando Gracia. La visión del avance publicitario –trailers, como hemos dicho siempre- de la película “El faro de las orcas” permitía a los posibles espectadores intuir casi en su totalidad el argumento con el que se iba a encontrar. Vaya por adelantado que un servidor gustaría que fueran menos explícitos, ya que son muchas las veces que sería capaz de adivinar casi toda la película con lo adelantado.
Algo así pensaba antes de visionar esta coproducción entre España y Argentina, y más o menos se ha confirmado lo esperado, aunque debo decir de entrada que no me ha pesado ni penado su visión, por lo que el balance me ha parecido bastante positivo.
La historia es muy sencilla y se nos dice que está basado en hechos reales. A veces esta expresión es como para ponerse a temblar, pero en este caso no pienso que haya sido así. Ya saben: madre con hijo autista que llegan a la Patagonia porque han visto un documental en la tele sobre unas orcas y la mamá ha creído observar en su hijo un estímulo positivo ante la visión de estos animales. Y una madre está siempre dispuesta a cualquier cosa para el bien de un hijo, y más si éste viene con problemas. Y qué problemas…
En un faro y trabajando como conservador de la naturaleza trabaja un atractivo joven, solitario y de aire huraño. El resto ya se lo pueden imaginar.
Al estar filmada en espacios naturales, el filme goza de unas bellas imágenes, lo que unido a la presencia de Maribel Verdú, todo un seguro de vida para casi cualquier proyecto, hace que la película se vea con agrado, sin sobresaltos hasta llegar a un bello, aunque poco sorpresivo, final.
El director, Gerardo Olivares, parece sentirse a gusto en espacios abiertos y bastante agrestes. Baste recordar su anterior trabajo, “Entrelobos”, con Juan José Ballesta al frente del reparto. E incluso su divertido trabajo “La gran final”, que recogía la peripecia de mucha gente en países del tercer mundo para conectarse a la televisión el día de una final del campeonato mundial de fútbol.
A remarcar el buen gusto con el que está contada y su tono positivo. Es un filme sobre sentimientos, donde no se cargan las tintas en exceso, lo que es de agradecer. No se abusa de lo lacrimógeno y ello es un mérito indudable.
El trabajo de la Verdú es impecable. Con buen criterio viene seleccionando sus intervenciones en estos últimos años, posiblemente porque cuenta con el colchón de sus trabajos teatrales, favorecidos por ser empresario su marido. Ya no tiene que aceptar cualquier cosa, lo que unido a que hace tiempo que puede hacer de madre y ya no tiene que aparentar menos años de los que tiene ni enseñar carne ha devenido en una actriz total con mucha carrera aún por delante.
En suma, una digna producción, sin apenas sorpresas pero suficiente para merecer un buen resultado en taquilla.