Francisco Javier Aguirre. Ha sido ambivalente el espectáculo que se presentó el pasado fin de semana en el Auditorio del Palacio de Congresos de la Expo bajo el título ‘Ahora, el musical’, producido por Castle Entertainment.
Un libreto de Pablo Lozano, la coreografía de Inmaculada Hernández, la dirección musical de Óscar Carreras, la guía escenográfica de Carlos Blanco, los vídeos de Fernando Serrano y Sara Gutiérrez, y la dirección general de Carlos Castillo dieron como resultado un producto en cierto modo aceptable, pero con una carencia importante e insalvable: la voz de Joaquín Sabina.
El cantante jienense ha creado un estilo tan propio y singular que resulta dificilísimo hacer versiones de sus obras sin que se aprecie su ausencia. Su deje, su acento, su tono, su ritmo, sus inflexiones, sus gestos y hasta sus posturas son prácticamente inimitables. Y eso casi desde sus comienzos, en los pubs madrileños y en la Mandrágora, hace cuatro largas décadas. Quienes ya tenemos una edad y pudimos asistir en directo a los inicios de su aventura musical, podemos atestiguarlo.
Así que el montaje de los pasados días 16 y 17 de diciembre se realizó sin duda con buena voluntad, mucho empeño, un guión con altibajos, unas voces suficientes y un diseño general que no puede calificarse de notable, a pesar del esfuerzo de los organizadores. Convendría conocer la opinión del propio Sabina, que indudablemente habrá autorizado el espectáculo.
El producto se puede mejorar, aunque es difícil. Quizás incorporando al guión alguna actuación grabada del cantante y haciendo alusión a que se trata de un homenaje versionando sus composiciones. Pero tal como está, a pesar del éxito popular y de los aplausos de los espectadores, no es una propuesta convincente.