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Recuperar una hija

Escena de 'Toni Erdmann'.
Escena de ‘Toni Erdmann’.

Fernando Gracia. Precedida de multitud de premios europeos, candidata al Óscar a mejor película de habla no inglesa, muy alabada por la prensa especializada, aterriza en nuestras pantallas Toni Erdmann, comedia alemana.

Antes de entrar uno se pregunta: ¿Comedia… alemana? ¿… y divertida siendo alemana? ¿No suena a oxímoron semejante propuesta?

Así que lo primero que hay que apuntar a los futuros espectadores es que no esperen una película con risas abundantes, a pesar de que dura dos horas y 40 minutos y que semejante espacio de tiempo se supone que da para todo. He leído comentarios procedentes de otros países que hablan de risas descontroladas y me da por pensar que será porque “la risa por barrios”, porque desde luego en estas latitudes dudo mucho que surjan de tal guisa. Así ocurrió en la sesión a la que un servidor acudió y no se puede decir que estuviera solo precisamente.

Dicho todo esto, en base a que sirva como aviso para navegantes, debo decir que me ha parecido un filme sumamente interesante y en el fondo de una claridad meridiana, a pesar de que durante muchos momentos, y sobre todo al principio pueda desconcertar a muchos espectadores.

El protagonista es un tipo de unos 60 años de quien pronto sabemos que es aficionado a gastar bromas. Tiene una hija que trabaja para una empresa multinacional, algo así como de consultora, con una vida muy estresada, aparentemente triunfadora pero como enseguida cabe imaginar, no precisamente feliz. El padre se embarca en la tarea de “reconducir” la vida de esa hija, que ya no es una jovencita y sobre todo de recuperarla afectivamente.

Como pueden ver, una línea argumental sencilla y propia de una comedia sentimental. La originalidad de la propuesta de la directora Maren Ade estriba en las idas y venidas del guión, que en la mayor parte del largo metraje del filme no resultan fáciles de prever. Esa me ha parecido la mejor virtud de la película, su carácter imprevisible, amén de su apuesta por una suerte de “humor inteligente”, que me temo no será apreciado por buen número de espectadores.

Cabe preguntarse si hacían falta 160 minutos para desarrollar una trama así y en mi caso particular la respuesta es contradictoria: pienso que no hacían falta y por contra no se me hizo larga. Quizá porque lo que ocurría en la pantalla me sorprendía casi constantemente, sin ser capaz de imaginarlo previamente.

Reír no me reí, la verdad. Ni falta que hace para que sea una comedia. Y esta película lo es. A su manera pero lo es. Que vaya a cuajar en nuestro país, permítanme que lo dude. Incluso no descarto que más de uno salga sumamente decepcionado por haberse dejado llevar por el ruido mediático apriorístico. Estos modestos comentarios intentan orientar a los posibles espectadores y ruego se entiendan así.

Personalmente creo que estamos ante una buena película, no una genialidad como algunos la tildan, de menos alcance que el que algunos le dan y que tiene en la originalidad de su desarrollo su mejor virtud.

Las otras virtudes vienen del lado de su pareja protagonista, Peter Simonischek y Sandra Hüller, realmente espléndidos, sobre todo ella, poseedora de un rostro que va desde la frialdad al sentimentalismo pasando por un toque erótico sumamente creíbles, a pesar de que el desnudo que luce con generosidad no sea precisamente glorioso.

No se dejen llevar por el oropel de los premios, las nominaciones y toda esa parafernalia, al igual que les aconsejaba la semana pasada. Vayan lo más vírgenes posible a la proyección, y entonces muy posiblemente podrán apreciar los méritos del filme, que los tiene, y no pocos. Pero si piensan que porque se anuncia como comedia se van a echar unas risas, mejor se abstienen.

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