Francisco Javier Aguirre. El Teatro de la Estación ha programado durante el pasado fin de semana una obra importante y de difícil ejecución. El texto de Kafka, procedente de un relato publicado en 1917, se trasladó pronto a la escena. En España fue dado a conocer en 1971 por José Luis Gómez, un joven actor que había recibido su formación en Alemania. Desde entonces ha repuesto su versión varias veces a lo largo de los años, pero es ahora, y en Zaragoza cuando le sale un competidor de altura: Javier Arnas, con un enorme trabajo actoral en la dicción y en los gestos.
La versión del actor zaragozano es directa, escueta, sin parafernalias que obstaculicen el mensaje contundente del autor checo. La realización escenográfica de Ramón Fernández es austera, pero consistente: ha de soportar las idas y vueltas, los saltos y las cabriolas del personaje sin flaquear, sin desmayarse, sin derrumbarse. Porque la interpretación del gorila convertido en hombre se desarrolla con un enorme despliegue físico que exige solidez a la breve escenografía.
Una interpretación consistente y contundente la de Arnas, de las que dejan huella. Un acierto de los programadores del Teatro de la Estación al permitir la libre disposición del local, durante varios meses, al actor y su equipo a la hora de preparar, diseñar, ensayar y dar a conocer esta nueva versión.
El mensaje de la obra es contundente: la contraposición entre la libertad y las ‘salidas’ o escapatorias con las que los seres humanos nos conformamos al comprobar que la libertad, en su sentido profundo, es imposible. Del mismo modo se expone otro dilema que nos acecha desde hace milenios: el enfrentamiento entre naturaleza y civilización. Encontrar la respuesta no es fácil y tal vez resulte imposible mientras no aumente el nivel de conciencia de los humanos presuntamente ‘civilizados’.
De la pieza de Kafka se derivan otros asuntos, que en su tiempo no se habían planteado, pero que hoy urgen respuesta: la esclavitud a la que hemos sometido a los animales sin otro beneficio que la pura diversión. Tema amplio y complejo que resumo en algo que es noticia de hace unos días: La histórica compañía norteamericana Ringling Bros&Barnum&Bailey Circus cierra tras haber abandonado sus famosos números con elefantes, por el rechazo del público. La utilización de animales en circos ha vivido una clara recesión en todo el mundo durante las últimas décadas. De ser un espectáculo admirado y temido a partes iguales, por su carga de adrenalina, ha pasado a ser percibido como algo anacrónico e inexplicable para una gran parte de la sociedad.
Y la pregunta se amplía y surge escueta, pero contundente, a continuación: esas prisiones de animales llamadas zoos ¿son verdaderamente humanas?