Marco en la India

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Escena de 'Lion'.
Escena de 'Lion'.
Escena de ‘Lion’.

Fernando Gracia.  Estamos en fechas cercanas a los premios Óscar, y es buen momento de explotar el impacto de sus candidaturas. Media docena acumula “Lion”, la producción australiana que ahora llega a nuestras pantallas.

El casi debutante Garth Davis firma una interesante película llamada a tener buena aceptación entre el respetable, al tocar un tema que arranca alguna que otra lagrimita con facilidad. Esta historia, real según se nos dice al principio y se ratifica en el emotivo epílogo, cuenta la peripecia de un muchacho indio perdido en una ciudad, que acabó siendo adoptado por un matrimonio australiano.

Veinticinco años después intenta encontrar a su familia. De forma poética se hace coincidir el primer momento en que se plantea ese reto con su reencuentro con un alimento que en su infancia era objeto de deseo no cumplido.

La película no ofrece grandes novedades una vez queda planteada, pero se ve en todo momento con agrado, sobre todo si se acepta que la trama va a ir dirigida al corazón del espectador, obviando profundizar en otros asuntos tangenciales. La acción se estanca en algunos momentos pero en líneas generales se mantiene el interés del espectador, que espera ese final feliz que se intuye. Un final en el que se explica el motivo del título, cosa que no diré, lógicamente.

Al igual que Marco, el personaje de Edmundo de Amicis, el joven indio que ha salido un chico majo, estudioso y aplicado, amén de cariñoso con sus padres adoptivos, viajará lejos hasta llegar a su lugar de origen, encontrado gracias a las nuevas tecnologías. Para que se vea que la red de redes puede servir también para cosas buenas…

El reencuentro está bien resuelto, sin cargar las tintas. No me ha movido tanto la emoción como lo hiciera hace años “Los gritos del silencio”, de Roland Joffé, cuando el protagonista reencontraba a su amigo camboyano, pero funciona bien.

Estamos ante una interesante película, nada extraordinaria ni técnica ni estilísticamente, pero más que suficiente para ser del gusto de la mayoría. Se ve con agrado y uno sale con buen sabor de boca, ante la bonhomía que destilan sus personajes. Que no todo va a ser cosas negativas.

El joven Dev Patel, visto en la oscarizada “Slumdog millionaire” está francamente bien, aunque su papel no requiere grandes esfuerzos. La sonrisa del pequeño Sunny Pawar, que interpreta el mismo rol en sus años infantiles, llena en muchos momentos la pantalla. A destacar la presencia de Nicole Kidman, muy correcta sin necesitar botox, demostrando que es una actriz realmente estimable.

Recomendable película para quienes gusten de emocionarse un poco, bastante sencilla en el fondo y de esas que gustan mayoritariamente, incluso a los jurados de ciertos premios.

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