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Todo el tiempo del mundo

Escena de 'Todo el tiempo del mundo'. / Foto: Vanessa Rabade.
Escena de ‘Todo el tiempo del mundo’. / Foto: Vanessa Rabade.

Francisco Javier Aguirre. La obra del argentino Pablo Messiez ‘Todo el tiempo del mundo’ se presentó en el Teatro Principal el pasado fin de semana. Bajo la dirección del propio autor, que se hallaba presente en la sala en la función del viernes 4 de febrero, un elenco de actores formado por Carlota Gaviño, Rebeca Hernando, Javier Lara, María Morales, José Juan Rodríguez, Íñigo Rodríguez Claro y Mikele Urroz abordaron una obra que transita entre lo filosófico y lo cómico en un planteamiento transversal. Hay componentes simbólicos, oníricos, surrealistas, realistas, hiperrealistas, absurdos, objetivistas, subjetivistas, humorísticos, líricos, dramáticos y hasta científicos.

El tema central, el que subyace a la trama, es la incógnita del tiempo. En una novela publicada en Zaragoza hace casi 30 años (‘La última cena’), se hacía referencia a que el antes y el después son los elementos en que se divide la realidad para hacerse comprensible a los humanos. En esta misma dinámica se condensa el eje central de la película ‘La llegada’, de Denis Villeneuve, producida en 2016 y recientemente estrenada en nuestras pantallas. El problema del tiempo simultáneo. Algo que también se estudia en los círculos introspectivos del pensamiento ultraconsciente.

Foto: Vanessa Rabade.
Foto: Vanessa Rabade.

¿Qué es el tiempo? Hay quien simplifica el asunto respondiendo que es la cuarta dimensión. Pero tanto la filosofía como la ciencia, que buscan lo mismo a través de caminos distintos, tienen planteado este reto que abordan con mayor o menor profundidad. ¿Es el tiempo un fenómeno unitario? ¿Podemos hablar de ‘tiempo continuo’?

Esa la cuestión que se plantea en las obras citadas y en otras varias de los últimos decenios, por más de ser una incógnita perteneciente al contenido esencial de la cosmología desde hace siglos.

En ‘Todo el tiempo del mundo’ se desciende a la anécdota, orillando la categoría, para plantear el mismo asunto en una situación concreta: la presencia en una zapatería, regentada por el señor Flores –un hombre aparentemente solitario–, de personajes variopintos, tirando a estrambóticos, que proceden del pasado o pertenecen al futuro, padeciendo todos ellos un presente confuso.

Utilizando una escenografía de época, meticulosa y bien realizada, deambulan estos seres que no acaban de definirse como recuerdos, como fantasmas, como deseos o como amenazas. No es una obra fácil de integrar en el imaginario convencional, porque exige trascender ciertas categorías preestablecidas y, para mucha gente, inamovibles.

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