Francisco Javier Aguirre. El Teatro de las Esquinas ha presentado el pasado fin de semana a Jorge Sanz, en un montaje sencillo pero de gran calado titulado ‘Tiempo’. Muy efectista la aparición del artista sentado en una silla de ruedas, no por necesidad, sino por desidia. El público no tardará en saberlo cuando se levante con absoluta agilidad sorprendiendo a quienes lo tenían por un inválido.
No es tal, sino un hombre desahuciado, alguien a quien se ha comunicado que le queda hora y media de vida. Se deduce que el motivo es una enfermedad terminal comunicada de forma repentina, porque el afectado está todavía bajo los efectos del shock. Su perplejidad queda patente en los primeros minutos de la actuación.
Deambula por el escenario sorprendido de ver tanta gente que, presuntamente, ha acudido a visitarle. No entiende el motivo. No considera que su caso despierte interés alguno. Es simplemente un moribundo cuyos minutos están contados.
Tras invitar a quien lo desee a renunciar a la espera de su agonía, tras apuntar varios motivos para que la gente abandone la sala (llena hasta la bandera), y a la vista de que nadie se mueve, se plantea qué hacer y qué decir. Y entonces comienza la vomitona. Aunque de manera pulcra y educada en términos generales, no deja títere con cabeza: la monarquía, la banca, la sanidad, las grandes empresas, la política, la economía… todo va pasando por la criba ácida de su pensamiento crepuscular. Ya no tiene por qué temer a la justicia, ni a la prensa, ni a la gente. Su fin está próximo y eso le permite expresarse con absoluta libertad. Puesto en pie, hace unos juegos malabares con la silla que corretea por el escenario, y da paso a ciertas escenas escatológicas realizadas con gran comicidad.
El tiempo va pasando y llega un final esperado. No hay sorpresa, pero sí admiración por el proceso que ha seguido el enfermo. Se ha desenvuelto en un ambiente entre cáustico, reivindicativo, festivo y filosófico, mezclando fantasías, realidades y sueños (espléndido el último, representando un viaje a lo largo de paisajes variadísimos) que configuran su personalidad.
El espectáculo dirigido por Ramon Fontserè, con dramaturgia de Quim Masferrer, está lleno de aciertos, desde la locución fonética hasta el ritmo narrativo, pasando por las ilustraciones musicales, la parodia taurina y la actuación del ayudante, Paco. Una pieza, en suma, para disfrutar y para reflexionar sobre el tiempo que nos acucia y sobre el sentido de la vida que transcurre a nuestro alrededor.