Fernando Gracia. Hace unos días se homenajeó a Sidney Poitier con motivo de su 90 cumpleaños, recordando que fue el primer actor negro premiado con un Oscar por su papel en “Los lirios del valle”.
Desde entonces han sido varios los actores afroamericanos, como parece más oportuno decir, que han alcanzado renombre, siendo también reconocidos con estatuillas. Sin duda el de mejor cosecha ha sido Denzel Washington, en quien enseguida fijamos nuestra atención cuando apareció en las pantallas allá por los 80.
Tras haber repuesto recientemente en Broadway la obra con la que el dramaturgo August Wilson ganó el Pulitzer y el Tony, “Fences”, se pone él mismo tras la cámara para dirigir la misma cabeza de cartel que en las tablas, o sea Viola Davis, Stephen Henderson y él mismo.
El texto teatral, una de las diez piezas del autor encuadradas en lo que se conoció como “ciclo Pittsburgh”, bebe de las mejores corrientes del realismo social que tuvo en Arthur Miller su mejor representante. Se pueden advertir ciertos paralelismos con alguno de los personajes del ex marido de Marylin, como su inolvidable Willy Loman de “Muerte de un viajante”, o el estibador de “Panorama desde el puente”.
No quiero decir que la obra teatral alcance la excelencia de aquellas, pero en absoluto desmerece con la mejor tradición de este tipo de teatro norteamericano. Lo que ha hecho Washington es verter tan buen material a imágenes, sin pretender apenas ocultar la procedencia.
No se complica en exceso la vida en cuanto a la planificación y se apoya con toda lógica en el buen quehacer del reparto, que bien puede decirse está en estado de gracia. Los actores, conscientes de tener roles con “carne” a la que hincarle bien el diente, entregan al respetable una actuación de las que se recuerdan.
Washington está muy bien en un papel sin excesivos problemas para él. Pero quien se lleva la palma a mi modo de ver es Viola Davis en el rol de su esposa. Candidata a ganar en la categoría de papel de reparto –un contrasentido, ya que es de absoluta protagonista-, defiende admirablemente el hermoso personaje que le ha tocado en suerte.
Como lo hacen Stephen Henderson y Mykelty Williamson, en los de amigo y hermano del protagonista. Un gozo oírlos en versión original, aunque al ser un texto teatral ya les aviso que hay que leer bastante.
Cuenta la historia de un hombretón que trabaja en el servicio público de la limpieza, que tiene dos hijos de dos diferentes relaciones, extrovertido, complejo, amargado, con frecuente sensación de fracaso, frustrado porque le hacen sentirse inferior a causa del color de su piel, amante de su esposa aunque no coherente con dicho declarado amor.
La difícil relación con sus hijos va conformando un guión que aunque comienza suavemente y parece no avanzar en principio, entra en materia con una serie de sucesos que componen el corpus de la obra. El texto regala tres o cuatro momentos álgidos, de gran potencia teatral, que hacen elevar el nivel del filme hasta captar absolutamente nuestra atención, de manera que aunque dura más de dos horas esta no decae en ningún momento.
El título en inglés se traduce fácilmente por “vallas”. Y estas vallas, las que circundan la modesta casa donde vive la familia, son una clara metáfora de lo que quiere decir el autor. Más aún, la primera vez que se oye la palabra es cuando canturrea Viola Davis una canción de iglesia que viene a decir algo así como que “Jesús nos pone cada día una valla”.
También da mucho juego en el texto las continuas alusiones al béisbol, deporte en el que el protagonista piensa que podía haber sido alguien en su juventud. Una pelota cuelga constantemente de una cuerda atada a un árbol para poder practicar en cualquier momento, algo así como recuerdo de lo que pudo ser.
Estimo que el resultado final es francamente interesante. Parece claro que tiene más calidad como producto teatral que como cinematográfico como también que está destinada a gustar mucho al respetable.
Si les gustan los melodramas potentes, con personajes que parezcan de carne y hueso, nada de héroes, no les defraudará. Y si además vienen servidos por tan excelentes actores, aun mejor.