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Nada que perder

Nada_que_perderFrancisco Javier Aguirre. Encontrar una obra de teatro como la que se ha presentado en el Teatro del Mercado durante el pasado fin de semana no es nada fácil. Se realizan magníficas puestas en escena en muchísimas salas, tanto en la comedia como en el drama, e incluso en el campo experimental, pero ‘Nada que perder’ pertenece a otra dimensión.

Protagonizada por Marina Herranz, Javier Pérez-Acebrón y Pedro Ángel Roca, y dirigida por Javier García Yagüe, uno de los autores del texto, es el resultado de una colaboración estrecha entre cuatro escritores (los otros tres son los hermanos Quique y Yeray Bazo, y Juanma Romero) y los tres actores citados. Colaboración que se prolongó durante dos años para dar a luz un producto atípico, pero altamente sorprendente y sugerente.

La acción comienza cuando un profesor de Filosofía intenta hablar con su hijo, detenido por quemar un contenedor durante una huelga de basuras. Luego se suceden diálogos con los personajes desdoblados en situaciones que van sobreponiéndose y convergiendo hasta el clímax final, de enorme impacto.

La pieza retrata la modernidad, pero la supera desde el punto de vista de la estructura dramática, al dar cuerpo a un tercer personaje, ‘el tercero’, de contenido plural, que puede interpretarse como la conciencia, la memoria, la sospecha, el subconsciente, etc. Esta figura es la clave del mensaje intelectual y moral de la obra, demás de marcar un hito en cuanto a la creatividad que debe inspirar cualquier obra de arte que pretenda futuro.

La trama se estructura en ocho cuadros en los que se desarrolla un diálogo entre los personajes que en cada caso cambian de dimensión, mientras ‘el tercero’, que rotativamente es uno de los tres actores, realiza una función de vínculo o de contradicción entre ellos. Esto exige al espectador una atención intensa, para no perder un ápice de lo que se está ventilando en el escenario, que es algo más que una simple anécdota dramática.

En la función del estreno en Zaragoza, el viernes día 24, hubo un coloquio posterior con los actores y el director (uno de los autores del texto) que resultó sumamente interesante, por cuanto se pudo desmenuzar el proceso de construcción y la vía de comunicación con el público, en algunos casos perplejo, ante la novedad que acababa de presenciar. Una novedad que debe ser la esencia del arte contemporáneo: un paso al frente, o dos, o tres, rindiendo culto a la creatividad, rompiendo moldes y permitiendo al espectador inteligente llegar más al fondo de sí mismo y de su entorno.

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