Fernando Gracia. El Festival de Berlín concedió recientemente su Oso de Plata a la mejor dirección a Ari Kaurismaki, finlandés del que de forma intermitente hemos podido seguir su muy interesante carrera desde que irrumpiera en esa labor en los años 80.
Posiblemente fuera “La chica de la fábrica de cerillas”, protagonizada por su musa Kati Outinen la primera que pudimos ver en nuestra ciudad. Filmes como “Contraté un asesino a sueldo”, “Un hombre sin pasado” o no hace mucho “El Havre” lograron una buena acogida entre los aficionados, aunque sería exagerado decir que estemos ante un autor conocido por el “gran público”.
Precisamente con este último filme tiene bastantes puntos de contacto la película que ahora llega felizmente a nuestras pantallas, “El otro lado de la esperanza”. No es en Francia sino en Finlandia donde confluyen las andanzas de un inmigrante con un autóctono.
En esta ocasión es un sirio huido de Aleppo tras la destrucción sufrida en su ciudad en la guerra que desgraciadamente continúa. Se abre la película emergiendo su figura de un enorme montón de carbón almacenado en un carguero. Al poco asistimos al comienzo de otra historia, la de un hombre marchándose del hogar conyugal dispuesto a emprender una nueva vida.
Es evidente que tarde o temprano las andanzas de ambos personajes acabarán confluyendo, como así ocurre. La historia del inmigrante está contada con sobriedad, de forma seca, fría dirán algunos; la del finlandés con cierto sentido del humor –muy nórdico, eso sí, y siempre sutil-. Empleando el tono habitual en su cine, sin cargar nunca las tintas, incluso de forma aparentemente ligera, nos va envolviendo con suavidad en las historias para acabar hablando realmente de su país, Finlandia, y por extensión de nuestro mundo occidental.
Viendo la película he pensado lo diferente que es el tratamiento que Kaurismaki da a sus temas del que hubiera dado Ken Loach con elementos similares. Vistos los últimos filmes del británico, con ventaja para el finés a juicio de quien suscribe.
El director utiliza para las transiciones narrativas el rock and roll, en todos casos interpretado por artistas veteranos, incluso realmente viejos. Y debo decir que resulta francamente agradable.
Curiosamente no vemos ningún paisaje nevado ni helado; luce el sol aunque los tonos cromáticos sean apagados. Incluso en algunos momentos la lógica de la narración deriva hacia terrenos más propios del cuento para mayores. Un claro ejemplo es la secuencia de una partida de póker descubierto con un final factible pero ciertamente improbable.
El actor sirio protagonista parece ser que en la vida real también huyó de los desastres de su país. El veterano actor finlandés Sakari Karosmanen es un habitual del cine de Kaurismaki, a quien podemos recordar en su famoso trabajo “Un hombre sin pasado”, película premiada en Cannes y nominada al Óscar hace catorce años.
Filme muy recomendable para los buenos degustadores y no tanto para los consumidores de cine de usar y tirar. Puede parecer fría por aquello de que la hacen nórdicos y algo lenta, pero a mi modo de ver no es ni lo uno ni lo otro. Es simplemente un filme muy medido, una comedia ácida francamente entretenida y una forma sutil de criticar a su país, donde tampoco es oro todo lo que reluce.