Fernando Gracia. No sería hasta principios de este siglo que la figura de Ricardo Darín se impuso en nuestras pantallas. Aunque su carrera como actor ya había transitado a través de tres décadas, fue su actuación en “Nueve reinas” la que atrajo nuestras miradas hacia el actor. Y hasta el presente.
Traigo a colación este exitoso título firmado por el desaparecido Fabian Bielinsky, porque quien fuera su ayudante de dirección en la película, Martín Hodara, es quien firma la que ahora nos llega en plenas fiestas, “Nieve negra”, también con el gancho del ya sesentón Darín, acompañado por el no menos célebre y siempre eficaz Leonardo Sbaraglia.
Ambientada en la Patagonia, narra un reencuentro entre hermanos, tema muy manido. El hermano mayor, Darín, un tipo hosco y huraño, vive apartado del mundo en una cabaña. El otro vuela desde España con su joven esposa al saber de la muerte del padre de ambos.
El más joven intentará convencer al otro para que vendan la propiedad, sobre la que tienen una jugosa oferta. Enseguida, a través de varios flashbacks –demasiados, incluso- sabremos que algunos misterios han quedado suspendidos en el tiempo, por lo que el espectador intuye fácilmente que en el esclarecimiento de ellos estará la clave de la película.
Así planteada, la trama transcurre sin excesivas sorpresas hasta el giro final, que acaba por dar sentido a la película. Con diferencia lo más interesante de la propuesta está en la ambientación y en la presencia del buen reparto de actores, ya que a los citados hay que añadir a Federico Luppi, Dolores Fonzi y Laia Costa.
He dicho “presencia”, ya que en el fondo apenas presentan dificultades sus personajes, y al propio Darin le basta el aspecto que le han dejado para componer el tipo. El guión tampoco da para mucho más, ya que se mueve casi siempre por terrenos simplemente discretos.
La película, como cualquiera en la que el quid de la cuestión estriba en descubrir qué pasó años antes, entretiene. Su leve acercamiento al thriller funciona aceptablemente y su final, muy relacionado con el título de estas líneas, me ha parecido lo más acertado.
Seguramente, de no haber estado el siempre eficaz y a veces brillante Darín, la película no habría llegado a nuestras pantallas. O no se hubiera hecho. Él es el gancho y debo decir que sus seguidores no van a quedar defraudados, aunque es evidente que ha trabajado en proyectos de mucha mayor enjundia.
Como virtud final a considerar, que no se alarga innecesariamente. Noventa minutos incluyendo algún que otro plano de relleno.