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Perseguir la gloria

Escena de ‘Z, la ciudad perdida’.

Fernando Gracia. Tras las primeras secuencias de “Z, la ciudad perdida”, el espectador seguramente piensa que se encuentra ante una nueva película de aventuras, en este caso tropicales. A la manera de aquellas que en décadas posteriores producía Hollywood sin tener que pisar otros continentes, con unos cuantos mexicanos haciendo de indígenas y el “bueno” saliendo airoso de todos los problemas.

Pero al poco se advierte que la nueva película de James Gray –recuérdense “El sueño de Ellis”, “Two lovers” o “La noche es nuestra”- no va exactamente por esa vía. Es más, mucho más.

De entrada, los personajes no son de ficción, ya que Percy Fawcett vivió en realidad a caballo entre los siglos XIX y XX, y en la red de redes se puede encontrar abundante información sobre su figura. Lo que no implica –léase aquello de “basado en hechos reales” tan socorrido- que cinematográficamente vaya a ser la propuesta mejor.

Pero en este caso no es así: es más, yo diría que estamos ante una de las películas más interesantes de lo que va de temporada, en tanto sabe aunar interés por la trama, ambientación adecuada, propósito didáctico, fuerza dramática, tratamiento de los personajes, interpretación, y por qué no decirlo, entretenimiento.

Porque aunque la película dura dos horas y cuarto, no lo parece. La trama y el interés no dejan de crecer, a poco que el espectador repare en que el filme no se limita a narrar unas aventurillas entre salvajes, cual si fuera un tebeo de kiosco. Además, el buen manejo de la elipsis le permite al director ahorrarse buen número de secuencias que el espectador fácilmente imagina sin tener que ser mostradas. Así soluciona las diversas traslaciones de los personajes, ahora en la Amazonía, poco después en el Reino Unido.

El magnífico personaje central de la historia, un militar obsesionado por ser reconocido, buscador de la gloria, irá evolucionando ante nuestros ojos, a medida que el embrujo de las tierras que explora impacta en sus sentimientos. Las relaciones con su esposa –una excelente Sienna Miller-, con sus hijos, y sobre todo con la sociedad inglesa, en este caso reflejada en la importante Sociedad Geográfica, marcan el devenir de un buen guion que firma también el propio director James Gray.

Hay interesantes reflexiones respecto al orgulloso pensamiento de nuestra civilización occidental respecto a los pueblos indígenas, así como del deseo de triunfo y la búsqueda del reconocimiento ajeno, todo ello sin abandonar el tono épico que toda hazaña lleva implícito.

Encarna el personaje central un actor apenas conocido, aunque ha aparecido en repartos de películas vistas en nuestra ciudad, sin que hasta ahora reparáramos en él. Se llama Charlie Hunnam, y compone una interpretación ciertamente notable. Y como es habitual en los actores ingleses su presencia física se adecua perfectamente a la época que refleja. Algo no habitual precisamente en actores de otras nacionalidades, y no digo nombres para no enfadar.

Queda claro por lo dicho anteriormente que quien suscribe ha disfrutado de verdad con esta película. Algo que si solo se deja llevar uno por el título no hubiera pensado a priori. En el fondo estamos ante un ejemplo de cine clásico –el de toda la vida, vamos- contado con formas no exentas de modernidad. Una grata sorpresa.

Me dicen que a algunos espectadores se les hizo larga y que incluso se marcharon algunos. Mi opinión es que el consumo –que no la degustación- de imágenes vía televisión, ha hecho muchos estragos en el gusto de buena parte del personal. Cada filme tiene su ritmo y sus necesidades. Y esta película, siendo larga objetivamente, no se me ha hecho larga. Lo contrario de algunas de hora y media o menos –y no quiero decir nombres, que algunas andan por la cartelera- en las que a la media hora ya estaba un servidor mirando el reloj.

Vayan y disfruten de un filme que les retrotraerá a buenos tiempos añejos de espectador, a la par que recibirán información que posiblemente desconocieran.

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