Fernando Gracia. En una semana marcada en la cartelera por la invasión pirata, el ver al frente de un reparto al napolitano Toni Servillo me ha decantado sin dudar a elegir “Las confesiones” como mi primera opción como espectador.
De su director, Roberto Andò, no recuerdo más estreno en nuestras salas que “Viva la libertad”, también con Servillo como principal intérprete, en un doble papel de hermanos gemelos.
En esta ocasión el actor encarna a un fraile cartujo invitado a una cumbre mundial de responsables de economía, convocados por el director del Fondo Monetario Internacional en un hotel balneario centroeuropeo.
Filmada de forma exquisita, con ritmo pausado y cierto aire solemne, el filme viene ser algo así como un cuento moderno mezclado con cierta intriga –hay una muerte violenta-, que trata asuntos de gravedad bien es cierto que con cierta ligereza y de forma bastante alejada de la realidad.
La propuesta me ha parecido interesante a la vez que discutible, desigual e incluso algo tramposa. La belleza formal, un tanto a la manera de Paolo Sorrentino, el interés de alguno de sus diálogos, el hermoso papel del cartujo protagonista, la exquisita banda sonora y un cierto toque de “qualité” no cubren del todo la sensación de vacuidad de algunas escenas y el discutible diseño de algunos personajes.
A pesar de estos reparos debo decir que mi atención no ha decaído apenas en su transcurso y que en absoluto me ha penado su visión. Solo oír la voz de Servillo en cualquiera de los tres idiomas que maneja –véase la función en versión original, en esta ocasión con más motivo que nunca-, ya justifica pasar por taquilla.
Como su título indica, el clérigo protagonista oye confesiones que, lógicamente, no puede desvelar. Cualquier mediano aficionado pensará inmediatamente en “Yo confieso”, del mago Hitchkock. Evidente, tanto que un personaje de la película también saca a relucir la vieja película con Monty Clift. Pero no se preocupen, que luego el asunto no va por el mismo sendero.
De hecho hasta sería discutible discernir sobre qué va realmente la película, a pesar de que en algunos momentos se tocan temas realmente serios. ¿Una comedia, por tanto? No, pero en el fondo más comedia –aunque sin risas ni sonrisas- que un drama.
No sé si estas líneas les animarán a verla. Mi consejo es que si quieren ver algo poco trillado, si quieren gozar una vez más de la presencia del que posiblemente sea el mejor actor europeo del momento, este título muy discutible pero en absoluto vulgar, que además entra muy bien por la vista, les puede valer perfectamente.
A destacar asimismo la presencia de Daniel Auteuil y Lambert Wilson, que defienden magníficamente el pabellón francés.