Fernando Gracia. Lorenzo Silva es uno de los autores de éxito en nuestro país. Su serie de novelas sobre los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro han sido éxitos de ventas y algunas de ellas han dado origen a adaptaciones cinematográficas, tanto para la pequeña como la gran pantalla.
En su momento “El alquimista impaciente” tuvo buena aceptación en la versión que dirigió Patricia Ferreira. No conozco otras adaptaciones para la televisión ni sé cómo funcionó la química entre los actores de ellas. Sí me pareció que funcionaba la de Roberto Enríquez e Ingrid Rubio en la pantalla grande y tenía curiosidad por cómo les habría ido a la nueva de Quim Gutiérrez y Aura Garrido.
Vaya por delante que, en contra de la opinión negativa generalizada con la que ha sido acogida esta nueva película, “La niebla y la doncella”, he pasado un rato entretenido con su visión. De acuerdo con que resultan mucho mejor las novelas, pero eso casi podríamos decir que es lo habitual. Para aquel espectador que no haya leído el texto original o lo haya hecho hace mucho –como es mi caso- la narración resulta lo suficientemente distraída como para que no pese el haberse acercado a una sala a verla.
La pareja de sargento y cabo de la Benemérita se tienen que trasladar en esta ocasión a la isla de La Gomera para intentar aclarar una muerte ocurrida tres años atrás y que quedó en el limbo. La isla y su sempiterna niebla, las curvas de sus carreteras y su hermoso paisaje son un elemento fundamental en la narración y también en la puesta en escena que propone el director debutante, Andrés M. Koppel.
El asunto, como es de rigor, se complica y se retuerce sobre todo en su último cuarto. No hay que olvidarse que es literatura y cine de género y éste tiene sus reglas. Sexo y drogas aletean por el guion, que ofrece un giro inesperado en el último tercio y que sería interesante no conocieran ni intuyeran para así disfrutar de la proyección. O sea, ojo con los spoilers –y perdonen el palabro-.
Como me esperaba poca cosa he salido medianamente complacido. No estamos ante un filme redondo, en absoluto, pero tampoco ante un filme despreciable. Cumple con su objetivo, nunca se hace aburrido, y puede competir sin problemas con tantos y tantos similares que hayamos visto en nuestra larga vida de espectadores.
Quim Gutiérrez y Aura Garrido cumplen sin estridencias, con ciertos problemas de vocalización por parte del varón, lo que también le ocurre en ocasiones a Verónica Echegui, en el intento de naturalidad que destila la película. A este trío se les une en el reparto dos ganadores de goyas bastante recientes, Roberto Álamo y Marian Alvarez.
Si les gustan las películas de intriga, presididas por el clásico “quién lo hizo”, pueden pasar un buen rato. Si son admiradores de la obra de Lorenzo Silva –y no solo de su producción de misterio sino de otras como su acercamiento al desastre de Annual- seguramente no estarán demasiado de acuerdo.
Es cine industrial hecho con aceptable oficio y aunque peque de chovinismo no desmerece de otros productos similares que nos llegan de otras latitudes y que tampoco pretenden mucho más que entretener y hacer caja y amortizar la inversión.