Francisco Javier Aguirre. Las Salas de Teatro, tanto públicas como privadas, suelen recibir una inyección de optimismo, muchas veces con repercusión económica, durante las fiestas. Por otra parte, contribuyen a levantar el ánimo de la gente, que buena falta hace en estos tiempos, con propuestas que provocan el regocijo general. Hay ahora varios espectáculos cómicos en la ciudad, de los cuales voy a citar dos porque son sintomáticos de los enfoques más utilizados en estos casos.
El primero es la obra que se presenta en el Teatro de las Esquinas, protagonizada por Lolita Flores y Luis Mottola, titulada ‘Prefiero que seamos amigos’. Se trata de una comedia del francés Laurent Ruquier, bien construida, con un ritmo adecuado y un par de giros argumentales de interés. Sobre el sempiterno tema del amor, una pareja debate las posibilidades a las que se enfrentan, pasando por diversas alternativas que tienen una proyección cómica por encima del sustrato dramático que puede acarrear un desentendimiento amoroso.
Podemos decir que se trata de una comedia de fondo serio, más provocadora de sonrisas que de carcajadas. Está dirigida por la británica Tamzin Towsend y cuenta con algunas canciones interpretabas en directo por los actores. Es luminosa, a pesar de la turbia situación que expone, y acaba dejando un buen gusto en el espectador, tanto por el final feliz que se adivina como por la excelente actuación de ambos intérpretes y la cuidada ambientación escénica. “No hemos pretendido hacer un Shakespeare –dijo la actriz en la presentación–; queremos hacer una obra sobre las cosas cotidianas, que la gente se lo pase bien y salga con una sonrisa en la cara y con mucha esperanza en el futuro”.
En otro concepto de la comicidad está ‘La boda constrictor’, sobre una idea original de Jaime Ocaña que la protagoniza de forma contundente. El resto del elenco, Catalina Pueyo, Javier Guzmán, Fran Martínez y Mariano Bartolomé, completa y acompaña las diversas secuencias de la acción, en la que a menudo se incluyen canciones alusivas al desarrollo de la trama. La historia va de que Evita Perdón quiere casarse y comienza a disponer las circunstancias de la ceremonia, aunque desconoce al novio y el propio novio se desconoce a sí mismo. Recurre a variopintos personajes como sus ayudas de cámara, sus abogados, sus madres siamesas, bandoleros a la vieja usanza, la tía Francesca o la abuela Bernarda Alba. Se adivina el desmadre.
El verdadero interés del espectáculo, por encima de su leve trayectoria argumental, es la actuación de Jaime Ocaña, con sus habituales recursos de seducción escénica, la proyección sobre el público y la participación de algunos espectadores. Jugando con la parodia, la sátira y los juegos verbales, rozando a veces el esperpento, las carcajadas están servidas, aunque también hay lugar para la risa e incluso la sonrisa.