Fernando Gracia. Dejando a un lado un buen puñado de estrenos, alguno de los cuales se puede considerar al menos como interesante, consigo acercarme a ver en la única sesión en que se exhibe un documental que intuyo a priori que me va a gustar.
Y no me equivoco: es más, “Lumière, comienza la aventura” consigue que no mire al reloj ni una sola vez y que con frecuencia se instale una sonrisa en mi rostro, algo que apenas comedia alguna consigue de ordinario.
En una labor que se antoja ímproba, Thierry Frémeux repasa poco más de cien obras de los pioneros lioneses, de 50 segundos exactos cada una. En el fondo apenas nada si se tiene en cuenta que rodaron más de mil. Abarcan las obras desde el año 1895 al 1905 y en ellas el espectador, como hábilmente remarca el narrador –el propio director- constata cómo de forma consciente o no, marcaron el camino hacia lo que habría de ser el llamado séptimo arte.
Dividiendo el documental en varios capítulos temáticos, con una clara intención didáctica y con un amor rendido a la figura de esos hermanos que “alumbraron” –chiste fácil, ya que como saben su apellido significa “luz”- un medio de expresión que era algo más que un invento para barracas de feria y que les enfrentaba en cierta forma a lo logrado por Edison.
La labor de restauración de esas mini películas ha sido formidable y ahora lucen espléndidamente ante nuestros ojos, que no solo pueden ver escenas familiares o chistes sencillos sino cómo era la gente finisecular, cómo eran las ciudades donde fueron ellos o sus enviados, cómo era en fin la vida. Por un momento nos ponemos en la piel de aquellos asombrados transeúntes, la mayoría de ellos no conscientes de lo que aquel invento iba a suponer.
Estamos ante un ejercicio de absoluto amor al cine, como posiblemente solo puede hacerse en nuestro país vecino, mal que le pese a más de uno. Detrás del proyecto se advierte una vez más la mano de Bernard Tavernier, cuyo documental de más de tres horas “Las películas de mi vida” no ha podido verse en nuestra ciudad, aunque ya puede adquirirse en las tiendas, algo que recomiendo a los buenos aficionados, que alguno queda.
Aunque solo sea por mera curiosidad y desde luego si uno se considera algo más que un simple consumidor de cine, recomiendo la visión de este precioso y por qué no decirlo, encantador trabajo. Un trabajo que le consuela a quien suscribe de tanto producto bien etiquetado y envuelto que se olvida al poco de visionarlo/consumirlo.