Fernando Gracia. Durante un partido de tenis se oye decir frecuentemente al árbitro este vocablo: “deuce” si es en inglés o “iguales” si utiliza nuestra lengua.
De tenis y de igualdad va la película “La batalla de los sexos”. Del famoso partido que enfrentó a principios de los setenta del pasado siglo a la campeona Billie Jean King con un veterano de 55 años, ex campeón de Wimbledon, y que por aquellas fechas se movía en el circuito senior.
Pero no solo de aquella “batalla”, como fue vendido el evento en la publicidad. El filme abarca bastante más, aunque no profundice en exceso en alguno de sus temas: de la situación de las tenistas –mucho peor remuneradas que los hombres-,de la asunción de la sexualidad, del machismo y por qué no, del retrato de una época.
Debo decir que al no ir con muchas expectativas he salido con buen gusto de boca de la proyección. De entrada estamos ante una película evidentemente entretenida, lo que no es poco. El tono de comedia prevalece en su conjunto, un tanto ácida a veces pero sin hacer mucha sangre.
La pareja de directores, Jonathan Dayton y Valierie Faris, matrimonio en la vida real, vienen de triunfar hace unos pocos años con “Pequeña Miss Sunshine”, otro ejemplo de cómo una producción modesta y con pocas pretensiones se convierte en enorme éxito mundial. Su siguiente trabajo, “Ruby Parks” fue mirado con lupa y no fue igual de bien. En esta nueva ocasión creo que han salido airosos, componiendo un filme que sin ser nada especial cumple perfectamente con los objetivos planteados. Objetivos que no están nada de mal.
De entrada puede resultar muy interesante para los aficionados al deporte de la raqueta, que no son pocos. A los más veteranos nos recuerdan nombres que nos suenan de aquellos tiempos: Chris Evert, Pacho Gonzales, la propia King con sus eternas gafitas… y Jack Kramer. De este hombre, que muchos consideran el creador de la actual ATP, supimos algo cuando el gran Andrés Gimeno “cayó” en sus garras, haciéndose profesional y jugando en los circuitos que Kramer, ex jugador, se inventó. Eran unos tiempos en los que los jugadores se dividían en amateurs y profesionales, lo que impedía que Gimeno jugara la copa Davis, por poner un ejemplo.
El hábil guion permite sobrevolar por los diferentes temas propuestos, apoyado por la premisa de la autenticidad de los hechos, sin cargar las tintas en los temas más controvertidos como la homosexualidad y el trato al género femenino. En cuanto a la vertiente de comedia es evidente que no estamos ante un filme con Katharine Hepburn y Spencer Tracy, por poner un ejemplo ilustre de lucha de sexos. Por cierto, en sus treinta años la Hepburn hubiera dado estupendamente en este papel.
Tampoco está tras la cámara un Cukor ni los guionistas de ahora son como los de la época dorada de Hollywood, pero también debo decir que la película está muy por encima de las abundantes comedietas que nos inundan, sin caer nunca en la chocarrería ni en el mal gusto.
Y como guinda final cuenta con una excelente pareja protagonista: Emma Stone, que viene de ganarlo todo con “La la land” y Steve Carrell, cada vez mejor comediante. Un tipo que se ha ido abriendo camino en la gran pantalla y que, viendo al final de la película cómo era el auténtico Bobby Riggs –“un cerdo machista”, como él mismo se motejaba- tal parece que el papel solo podía ser para él.
Si les gusta el mundo del deporte, si les gusta el tenis y si les interesa ver una comedia entretenida y de paso informativa, esta puede ser una buena elección.