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Isabel Tudor y María Estuardo

Francisco Javier Aguirre. La atribulada vida de María Estuardo, reina de Escocia, reina consorte de Francia y heredera de la corona inglesa ha dado pie a numerosas obras literarias, musicales y cinematográficas. A partir de una de ellas, la de Friedrich Schiller, María Ruiz ha elaborado una versión dramática que se presentó el pasado fin de semana en el Teatro Principal, en un montaje de la compañía Factory Producciones, bajo la dirección de María José Moreno.

Schiller plantea el enfrentamiento entre María  y su prima Isabel I, reina de Inglaterra. Es un contencioso dinástico, pero también personal y religioso, al ser la escocesa católica y la inglesa anglicana. Las peripecias de la primera la han llevado a quedar a merced de la segunda, que la mantiene en prisión, un cautiverio que duró 19 años.

En la versión ofrecida, con Irene Alquézar como María, y Rosa Lasierra como Isabel, se esquematiza el conflicto despojándolo de todos los aditamentos que tiene la obra original. Ello conduce a una sucesión de monólogos en los que cada una de las protagonistas expone su situación, sus pensamientos, sus derechos y sus aspiraciones.

Parece ser, según recoge la historia oficial, que nunca se conocieron personalmente, pero en la versión dramática se plantea un encuentro organizado secretamente por Isabel para debatir con su prima sus desacuerdos. La acción termina con la muerte de la reina escocesa, condenada a la decapitación tras las muchas vicisitudes de su existencia.

Un tercer personaje en la trama es el propio escritor, que oportunamente se desdobla en los diferentes nobles que actuaron en proximidad a las reinas, a favor, en contra, o incluso cambiando de partido. Esa actuación masculina, que desempeña David Ardid, esponja un tanto la acción y establece ciertas conexiones entre los aludidos monólogos. De esta forma se salva una pieza dramática que corre el riesgo de ser un tanto pesada y monolítica.

La interpretación de las dos actrices es vigorosa y elocuente, cada una en su papel, desaforada la de la María Estuardo y más hierática la de Isabel Tudor. El escueto espacio escénico quedó muy bien ilustrado por la elaborada luminotecnia de Fernando Medel.

 

 

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